martes, 9 de septiembre de 2008

CANCIÓN DE MARCHA

Un, dos, un, dos, con brío, pero a paso desigual van marchando por la Gran Carretera los "mensajeros sagrados". Como siempre que marchan, cantan su canción:

Los vaamosa plastaar
los vaamosa ma chacaar
vana lloriqueaaar
consangen la nariiiz

RUN TARRUN TARRUN TARRUN

Nosva mosaa llenaaaar
deorolos bolsiiiillooos
los vaamosaa dejaaar
colgaos deloos güeviiillooos

RUN PATUM PATAM PATUM PARRUM PATUM PATAM

Losvamosama chacaar
losvamosa des trozaar
losvaamosa meter
unpa lopor el cuuulooo

RAN PATAPLAN RUN RUN POM POM PORRRRROM PORRRRRROM

Nosvaamosa llevaar
laoollade Davieso
y se vana quedaaar
comiendoseee los mooocooooos

RUN RUN RUN PATAPUN RUN RUN

Acompañan dos mozos al tambor, escogidos por su sentido del ritmo sencillo pero solvente, tambien per su cualidad de acompañantes en las noches frías. Se llaman Mor y Bol.
La horda se compone de unos treinta machos con las hembras de rigor, doce. Además llevan a sus patriarcas, tres ancianos con muy malas pulgas, correosos como el que más y con pintas de poder darle una paliza a cualquiera de sus subordinados. Los treinta soldados portan espadas cortas y arcos de caza menor, grandes pellizas de cuero mal curtido, pero grueso, botas con clavos, cascos de bronce, grandes mochilones con toda la impedimenta. Todo el que se precie va tatuado con signos de su condición dentro de la manada, aunque parece que los rangos son laxos e intercambiables, con una flexibilidad nacida del que se la pueda ganar a golpes. Las hembras van armadas con cuchillos y vestidas con las mismas pellizas de cuero, pero teñidas en varios colores chillones y mal combinados. De cuatro en cuatro, llevan a sus patriarcas en unas andas sencillas pero sólidas, sus jefes les sueltan exabruptos, golpes o requiebros groseros de vez en cuando, aunque lo hacen con un deje de teatro que lo hace parecer parte de un protocolo de lo más normal.
Han marchado por la noche, y ahora se disponen a pasar el día en la última loma, antes del descenso hacia el Grulla Infinita en su encuentro con la Hermana menor. Sale el primero de los soles, y ya están acampados, solo se puede ver a los vigías, y a una figura solitaria, uno de los jefes cubierto con una capa, que desciende por las curvas y meandros de la carretera, hacia Jonid.

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