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sábado, 23 de agosto de 2008

PLANES TRASTOCADOS

No había dormido nada en toda la noche … estaba triste, desolada, rabiosa! ahora que por fin se acercaba su gran momento! En este tiempo de callada planificación y manipulación, no había tenido la precaución de prever que un insignificante canalla pudiera dar al traste con sus planes. Imbécil! Cómo no había pensado que pudiera ocurrir algo así, rodeada como estaba de individuos de tal calaña….
Se miró al espejo atentamente y no fue capaz de reconocerse. Estaba extremadamente delgada, su piel apergaminada, su cara llena de arrugas, el poco pelo que le quedaba era de un blanquecino amarillento y la cara, su cara, tenía un rictus permanente de amargura… lo único que el tiempo había dejado intacto eran sus ojos, negros, brillantes, expresivos…. Azabache, le llamaba con cariño su padre. Ella había sido una joven hermosa, con todo la vida por delante, una vida que parecía prometedora y emocionante.
Su padre había sido el señor del condado de Simasverdes, pequeño, insignificante, olvidado del gran imperio. Era la mayor de dos hermanas, la primogénita, la heredera de las tierras y tesoros de su padre. Tenía 15 años cuando se había prometido a su gran amor, Wolfrang, un apuesto bardo que en uno de sus viajes se había prendado de ella. Después de muchos preparativos y fiestas, había llegado el día de su boda…. Y ocurrió la gran catástrofe: muertos, todos muertos, había bastado un pequeño ejército formado por humanos, ogros y demás seres repugnantes para acabar con todos….menos con ella. A partir de ese aciago día había comenzado su agonía. El jefe de aquel atajo de maleantes la había tomado como esposa. Lo único que había dado luz a su negra vida era su hija, su amada Amalia. Con el tiempo y sus malas artes su marido se había ido enriqueciendo y ascendiendo, hasta llegar a su “hogar?” actual. Un sucio lugar, lleno de sucios seres, taimados y malolientes. Fue en una de las aburridas fiestas que daba su marido. Se fijó en él, era el único humano algo decente que había en el lugar. Parecía alguien de confianza de su marido. Se dio cuenta de que miraba a Amalia de una forma especial y a ella no parecía desagradarle. Entonces se le ocurrió el plan que por fin acabaría con su marido, lo único que tenía que hacer era alentar ese incipiente amor, manipular a su marido para que creyese que ese hombre pretendía ocupar su lugar, entregar esa carta tan comprometedora, manipular un poquito aquí y un poquito allá. Conseguiría acabar con ese bastardo de Banuestonio!
Todo estaba saliendo según sus planes: Banuestonio cada vez odiaba más a Porrebruno , Amalia cada vez odiaba más a su padre por su oposición a su amor, Porrebruno cada vez más encaprichado con Amalia porque no le permitían tenerla (ya sabía que de vez en cuando se deleitaba con los placeres que le prodigaba esa meretriz, pero era de los que preferían la seguridad de una madurez junto a una gentil esposa). Su marido se negaba a entregar la mano de su hija a ese traidor. Por otro lado, en esos días de caos en los que poco quedaba del imperio, no era necesario hacer demasiado para que los líderes corruptos y despóticos cayeran. Banuestonio era odiado y Porrebruno apreciado. Sólo era necesario un empujoncito para que su marido sufriera un desgraciado accidente. Al menos, su hija tendría la felicidad que ella nunca conoció. Hasta que robaron la maldita carta. Pero no lo permitiría!! Lograría recuperarla para Porrebruno. Casi no tenía tiempo…… Ese repugnante olor no desaparecía! Se metió en la bañera y se frotó hasta hacerse daño, necesitaba que desapareciera hasta la última partícula de porquería que habían dejado los patriarcas semiorcos de la partida de mensajeros sagrados de la liga orca del sur. Ellos le traerían la carta a ella y solamente a ella.

sábado, 16 de agosto de 2008

El plutarca Banuestonio

Un terrible dolor de cabeza, así ha terminado el día para nuestro bien amado líder de seguridad, capitán general de la guarnición de la posada del desierto, sagrado funcionario nombrado por los dioses de Tikal y confirmado por el supremo Benyar.
Después de recibir las Quejas convenientemente firmadas y selladas ha dado salida a los correspondientes pliegues de descargo: una descripción de cómo la gloriosa Tikal apoya y bendice los ímprobos esfuerzos de la recién formada Compañía Aventurera de Davieso el Gnomo, de la que forma Parte Oficial como brazo de la Ley. Así mismo ha hecho llegar su permiso Bajo Juramento de Honor de dejar partir a Davieso para atrapar al ímprobo ladrón. Todo ello aderezado con información de los espías.
Todo esto ha supuesto no pocos desvelos entre los escribas ceremoniosos y llenos de manías, no pocos viajes al Templo de Todos los Dioses, al sagrado Templo, para conseguir la adquiescencia de los poderes. No pocos quebraderos de cabeza en el uso de sus conocimientos de derecho humano, divino y mercantil, para poder deslizar una cláusula de letra super pequeña ante los ojos avezados de los diversos notarios logomantes, que le permita hacer lo que ya esta hecho en éste momento a costa de una jaqueca poderosa:
Recuerda los rostros malolientes de los patriarcas semiorcos de la partida de mensajeros sagrados que vienen de la liga orca del sur; qué asco de dientes colmilludos y cariados. Pero lo hecho hecho está, y ya están convenientemente contratados (en secreto) para recuperar la famosa olla de Davieso el gnomo, caiga quien caiga, y traersela a él, solo a él y nada más que a él. A ver si, por fin consigue recuperar la malhadada carta que le robó Porrebruno hace tantos años.
Les llevan ventaja de un día en su camino a Jonid, pero son un montón, espera que no tengan ningún problema.

viernes, 15 de agosto de 2008

¡Menudo lío!

Jaleo por todos los sitios. Incluso el Plutarca Banuestonio ha tomado cartas en el asunto...
Davieso está conferenciando con gesto preocupado con Porrebrumo, lanza dos o tres veces una mirada rápida y pensativa sobre el grupito que tiene delante:

Lucrecio “El Larva”, que con torva mirada espera una respuesta a su pregunta, o una indicación de sus líderes que libere su mano y corpachón. Su mano, por cierto, caracolea nerviosa alrededor de la empuñadura de su enorme espada. El sabe: algo que no era humano, alguna bestia, ha dejado su olor en esa habitación, y ese olor le eriza el vello sin poder evitarlo.

Su hermano, Horacio El Descalabrado, sacerdote del Dios Ciego, parece ensimismado, y murmura entre dientes:

“O Luvia que estás en los cielos...”


Rotunda Tundra, cabizbaja y atormentada, parece muy deprimida y sus ropas de cuero, testigos de más de un viaje por lo salvaje pesan... y mientras los pensamientos obsesivos de siempre la acosan, su aspecto salvaje se acentúa (parece un animalillo perdido...) Su mirada extraviada...

Estólido Avieso es un antiguo compañero de viaje de Lucrecio y Ainara, que acaba de llegar de Fangaeria remontando el Grulla Infinita. Es un enano comerciante, más bien conocido por sus célebres banquetes y orgías y que, ¡o sorpresa! Ha adquirido las vestiduras y las marcas de un mago de batalla... y se declara dispuesto a lo que sea por experiencia o tesoro...

Arnoldo Paje... el carismático líder que casi nunca está en contacto con la tierra, pero inexplicablemente arrastra a las masas... ¡todo por Nudor!... pero desnudor...
Aparece con un ojo morado y varios moratones, mataduras por todo su rosado corpachón, y está cubierto únicamente por una manta de viaje, su mirada entre sorprendida e incrédula, contando la jugada a la Hada-Duende:
“---... en esta posada tienen poderes, te lo digo yo... Ainara, ¿acaso no lo has notado? Yo, aún haciendo uso del don que el bendito Nudor me otorgó, de hacerme completamente invisible, ¡he sido descubierto mientras intentaba investigar por las habitaciones! Nada ofensivo, por supuesto, ¡soy un sacerdote!....
¡ay!,... deja que me siente, que la señora esa me ha dejado la espalda molida con la bacinilla...”

Pero Ainara, la hada-duende, apodada en ciertos círculos bastante selectivos
“La Gelatinosa”, no se caracterizaba precisamente por su tacto, y con aspecto inocente iba comentando...
“--- ¡Pero si estabas completamente desnudo!, ¿¡cómo no se iba a escandalizar la buena señora!? Vaya la que has armado... siempre igual, ¡sátiro!, que a la mínima te sacas la túnica...
y nos acaban echando o apalizando. Menos mal que esta vez te ha tocado sólo a ti...
Y además estás colgado...”


Abdel Razzag es ante todo un profesional, y su instinto le dice que las cosas se complican...pero ante todo su nombre debe permanecer intocado. Sabe que, puesto que la mercancía no llegó a entregarse, aún es su responsabilidad: a sido a él a quien han robado la valiosa mercancía, y puesto que el pago está hecho, queda su parte por cumplir.... suspira.
Aunque le cueste la vida, la entrega será hecha. De lo contrario su honor sufriría, se correría la voz y perdería clientes importantes; justo los que necesita conservar fieles cual dulce dromedaura... .
Por lo tanto, con independencia de lo que hagan los demás, ya ha decidido que iniciará la persecución del presunto ladrón...
sólo espera un poco más por si surge información nueva, pero casi está seguro de que el extraño viajero narrador que una semana atrás protagonizó un incidente en La Posada es su hombre...
“Zer Atticuz, El Anciano Aventurero, moooooh, peleó con él, y dezpuéz el extraño dezapareció, brrrt, junto con zu carromato... veamoz: dio a entender que le mató, pero no lo, mmmmaaah, afirmó nunca... y hubo varioz clientez que dezaparecieron zin dejar raztro, cazi todoz, zegún El Gnomo, zin pagar y abandonando equipaje y, mmmmaaamh, montura...
Pero yo creo que el Extraño Misteriozo, la Pelea Nocturna, y las Dezaparicionez Mizteriozaz eztán relacionadaz... y zi no fuera porque conozco a Zer Atticuz, ammmmeeeh, de muchoz añoz, yendo y viniendo por eztaz eztepaz y deziertoz de la frontera, y parando por la Pozada, donde ziempre eztá,... le ammmmah, conzideraría el principal zozpechozo.
Azí, parece que el Extraño está vivo y ze ha ido con algo que no le pertenece... pero ez, mmeeeEEh, toda una hazaña haber robado algo tan protegido. Obviamente, Daviezo ez un practicante del Arte, como yo... y ezo zignifica, ammmh, que el ladrón ez muy poderozo, o tuvo ayuda. Debe zer lo segundo, o Atticuz hubiera acabado algo máz zacudido... en fin, veremoz”

Con todos sentados, habla Davieso:

“... y las condiciones que os ofrezco son las habituales: 50% para mí como promotor de la compañía, y suministrador del equipo necesario, (¡no os paséis!), y 50% para vosotros como sueldo y beneficios. Todo será contabilizado en piezas de oro, y cualquier objeto es propiedad de la parte promotora: será vendido para obtener su valor y entrar en el reparto. Si hubiera algún objeto considerado particularmente útil para los objetivos del grupo, se puede hacer una petición firmada y por escrito, y será tenido en uso temporal, como propiedad del promotor, y descontando su valor en piezas de oro de la parte interesada...”

Al día siguiente, los soldados traen recado del Plutarca, dando su bendición a la empresa: la Nueva Compañía Aventurera (es, junto con Davieso El Gnomo, parte propietaria), y comunicando que en la cercana ciudad de Jonid, hacia el sur, tomando La Gran Carretera hacia Takitia, ha habido un extraño altercado... una conocida posada ha ardido hasta los cimientos tras una noche de agitados sucesos... y se busca a un parroquiano que ha huido en un carromato...

jueves, 7 de agosto de 2008

OTRA HISTORIA DEL VIEJO AVENTURERO

Oid
Es la Canción de la Cueva
Es la Canción Grel
Grol
Habla Grol
Roja es mi estela de trofeos y víctimas
Presas para el Banquete
jugoso
de los hermanos y hermanas
por fin reunidos

Oid
Es la canción del Viaje
A la Montaña de nieve
La Partida de los Padres Gigantes Montíveos
Dioses, O Dioses
Para los despreciables
Que tienen el don del Habla para Nada
Y son las Presas de nuestros Perros
El Don de nuestras Flechas
El arrullo de nuestros Arcos

¡Oid os digo!
¡Que vuestra lengua me espere!
¡Que vuestros ojos me llamen!
Que vuestras manos ¡Por Fin ! Descansen
Un rato
en mi canto
en vuestro viaje...

Y fue asi
que mi Batida llegó a un Fin
Lejos, donde los Pelocaras
amontonan piedras con la pretensión de ser
lugares civilizados
Muchas presas hizo mi Sed
Mis Dientes no podían contener tanta sangre
Criaturas ignorantes
En ese estado perecieron
Y mi brazo no se cansaba
Invisible
Insensible
Sombra y Soplo
Sensación estremecida.

Mas no fui tan lejos, lejos de nuestras selvas de sangre
entre primitivos repelentes
si no fue por mi Enemigo
por fin alcanzado
después de soles sin cuento.
Refugiado en las alturas de Los Blancos Padres.

Alto, muy alto subí, tras el sutil aroma de su rastro.
Donde la hierba no enraíza los huesos de la tierra se muestran
Espantosos en su temible magnificencia.
Se apoyan y se animan entre ellos
a ver quien llega más alto
y dejan huecos y cavidades
donde cabrían Partidas enteras
Pueblos... enteros
Y nunca terminan
Lejos
Dentro
En Padre-Blancomontaña.

La nieve cubría el mundo...
En Padre-Blancomontaña
y abrigaba sus grises huesos
tan abundantemente
que hubiese cubierto un bosque entero de Robles-Hierro
como si sólo fuera una lisa piel.
Nada, la Nada habitaba allí
para todos los pensantes...
pero yo pude sentir
la llamada de la raíz y la hoja
y escuchar el aliento de los vivientes
presas para mi arco y mis dientes
Insaciables.
Raíces, troncos, flores y ramas crecían allí
bajo la nieve.
Primero gruesos y separados,
escasos
pero en lo alto tan espesos y ramificados
múltiple dosel...
que sujetaba la nieve
Las hojas, tan suaves y lisas, de gruesa piel
en verdes y nacarados, distintos tonos de perla.
Nacían de los troncos: como rebordes espirales cada vez más alto, cada vez más anchos.
Se fundían entre ellos
Bóvedas seriadas
junto a los grises huesos de los Padres, de blanco espeso envueltos.
Alli crecían en abundancia miriadas de Pequeños Hermanos, como en cualquiera de nuestros bosques... siempre deslizandose, acechando, olfateando, en una eterna penumbra gris perla,
siempre se caza...
Y cada uno de estos enormes hermanos arbóreos lanzaba un tallo liso y alto, que finalmente llegaba a la superficie de hielo, viento y muerte, que lejos llevaba sus semillas, y traía fresco aire a sus
estancias.
Había alli abundantes marcas y voces de Los Blancos Hermanos, pero no querían mostrarse,
y yo, una vez con mi trofeo, y saciada mi Sed de Sangre y Venganza,
Dejé su Floresta
Y Alto, ¡O de tan Alto!
Caí...

¡¡Oíd!!
¡mi lamento es del Perseguido!
durante Eones hemos Batido las Florestas más lejanas... sin un susurro, una noticia
¡los Hermanos Blancos no han caído!
Y aún esperan la Luna
Que traerá su Venganza Final
Y Nuestra Victoria sobre Todo


Esta es la torpe traducción al Taquitiano desde el Lenguaje Élfico Grel, hecha en el Templo del Conocimiento Universal de Tikal, de lo captado por una Tablilla de Arcilla de Lenguas que fue introducida de tapadillo en el morral de un Grunge.
La Tablilla atrapó en su arcilla una pequeña parte de los cantos élficos en una noche, de una Caverna Grel de Saarlang. No es una mala aproximación del élfico grel, pero por supuesto, en versión original es muy rítmico y rima todo, ¿ok?.
Os preguntaréis sin ningún género de dudas que cómo pudo ser introducida una Tablilla Espía en un Santuario Grel, nada menos, pero más aún que cómo se pudo recuperar, ¿no?
Muy fácil, logré convencer a un hada duende, que se hizo invisible y también a la tablilla... y ya está.

Ya está, ¿os ha gustado?
¡Venga otra ronda!

martes, 5 de agosto de 2008

Habitantes del oasis V

A la luz del primer sol se ve nacer al Oasis como un bosque de tiendas. De cada punta de una tienda cuelga una bandera de códigos de color, en ella se acumulan mensajes sencillos que dicen al viajero cosas como la raza de los que la habitan, profesión, estado de las cosas (como el luto, un casamiento o nacimiento), dioses que prefieren... De éste modo tenemos una imágen sugestiva del amanecer sobre un campo de extrañas plantas florecidas. Los tonos de las flores se organizan, en algunos casos, por áreas, como en aquellos que se refieren a las razas ya que en éste mundo la segregación es ley. También podemos ver pautas en lo que se refiere a las profesiones, pues hay un mercado, un gremio de curtidores (muy importante y poderoso), aguadores, ganaderos (esencial, el más grande) cazadores, con las tiendas de los tres plutarcas en el centro y así hasta perfilar la economía del lugar. Hay indicaciones más sutiles del bosque de las flores: las tiendas se asientan siempre al lado de una familia amiga, así que podemos deducir lo bién que se llevan unos con otros por lo cerca que estén sus tiendas dentro del mismo barrio, o incluso en zónas limítrofes de dos barrios distintos.
El viento hace ondear y flamear las banderas en torno a la plaza de piedra y a la enorme mole de la posada del desierto.

Es de mañana dijimos, lo denuncia el aroma de las muchas tortas de harina de roca que se cocinan, el olor de la eterna leche amarga, ámbas piedras angulares de la dieta del lugar.
El sonido es el de los muchos rebaños en trance de partir al desierto, o ser llevados a pública exibición al mercado de ganado, o el de las carabanas que parten lejos, o el de los primeros murmullos de la horda semiorca que comienza un nuevo día, para traer el luto a alguna pobre familia de esclavos vulnerables a sus pillerías.
Pero lo más vivo del lugar son las bandadas de niños, crias, retoños de todas las especies, razas y colores. Bullen y rebullen por las calles, organizados en bandas, haciendo recados infinitos, ayudando a las tareas y distrayendo todo lo que pueden al día de mañana. Machos y hembras, todas las especies, alegremente entremezclados jugando entre las tiendas a las guerras y las cosas de mayores.
Acabamos en un remanso de paz entre la vida, aqui, en el Templo de Todos los Dioses, el bullicio se mezcla todo en uno, dándonos la impresión de estar en el centro del universo, cerca de un inmenso ser viviente.

domingo, 3 de agosto de 2008

Habitantes del oasis IV

Mientras en la posada de Davieso se desata un moderado caos, Banuestonio El Plutarca se desayuna. Unas deliciosas uvas de espina en jalea de hormiga, tortas crujientes asadas en manteca amarga de leche de dromedaria, una magnífica ensalada con variadas y carísimas verduras, tan caras porque necesitan de un suministro inmoderado de agua para crecer. Come aburrido en su tienda principal. Mientras se llena los carrillos sucios de grasa y afeites perfumados repasa los acontecimientos del día anterior y planifica el día que nace. Hace ya demasiados años que se ocupa de la seguridad del Oasis. A menudo recuerda de manera recurrente cómo fue nombrado para el cargo, después de tantas y tantas conspiraciones y gastos por parte de sus deudos. Ahora se siente un sucio servidor: encerrado en un callejón sin salida, arrinconado en el polvoriento oasis entre peligros terribles y cansinos formularios.

Ha llegado una banda de gentes con sangre orca y salvoconductos del caudillo Pang Tang de turno. Se divierten extraordinariamente con estas embajadas. Las tribus orcas que se asientan sin ningun tipo orden demasiado cerca de la frontera que nos separa de la Liga Orca del Sur (y que se encuentra al Norte de Takitia, recordad), suelen ir acompañadas de satélites de familias de sangres mezcladas con humanos, fruto de violaciónes y rapiñas. Son despreciados por todos los orcos. Pero como los orcos saben que los Takitios los desprecian todavía más, los mandan con exigencias y embajadas ofensivas, como recordatorio de lo que podría pasar si las cosas van a mal con ellos, por que son reconocibles ciertos rasgos familiares de los pueblos del imperio antiguo en sus caras bestiales. Además, estas medio tribus sin raíces ni cultura son tan despreciadas y maltratadas por la cultura orca en general, que cuando vienen de embajada se hinchan sin tasa de orgullo bravucón, se emborrachan, lo ensucian todo, son groseros y soeces, maleducados y arrogantes, fuerzan los límites de la educación de las buenas gentes del imperio. Y cuando parece que se les va a dar su merecido, cuando se ve llegar la gota que colma el vaso, se vuelven formales y conciliadores, recordando con malicia su condición sagrada de mensajeros. Sólo para entregar algún estúpido mensaje que no promete nada, que no llega a nada, con el que se sospecha que se limpiarían su asqueroso culo semiorco.

“Aah, que duro, que duro, qué bajo hemos caído.”


“En fin”, piensa “mañana se irán a la capital, y esperemos que sagrado consejo
de Tikal los fulmine de una vez por todas”.

Es un mundo de hombres, por lo menos en la superficie. En la mente de Banuestonio parece formarse una imagen de una ingenuidad muy masculina: los problemas del mundo cargados sobre la mente doliente y esforzada del poderoso sexo. El género macho teniendo que bregar con toda la problemática coyuntural, llena de sutilezas heroicas (su mujer, hábil política, discreta y eficiente, cacharrea en un baúl al fondo de la tienda, sin duda tratando de llamar su atención).

Han llegado nuevos grupos de Dromedauros de Flamaar, dromedarios con cabezas pensantes y pulgares oponibles.
“Mmmmmh, todavía no ha venido a pagarme el señor Abd al Razagg por el derecho a
portar sus mercancías especiales, he de mandar a Porrebruno a controlarlo”.
La mención del sargento “especial” lo llena de aprensión,
“demasiado poder sobre mi, asqueroso hijo de una arpía”
, pero es de los pocos hombres de confianza que posee. Y de los pocos "Hombres" además: en un entorno inhumano como éste le da sensación de seguridad rodearse de congéneres, por muy taimados que le resulten.

“Un pordiosero semiogro, mmm qué curioso ¿Qué mas?... ¡MUJER! ¿DEJARÁS DE METER
RUIDO CON ESAS TETERAS?”
Anamfarda, su mujer, se acerca fría,
“ayer oí que había un grupo de viajeros cerca del roquedal de la mula torda”.
Es seca y delgada como una momia, solamente son húmedos sus ojos negros, sus vestidos de un recatado negro, le piel blanca surcada de venillas azules ahí donde se recorta un pequeño trozo.
“Dos clérigos, parece, un guardaespaldas que rondaba disfrazado de mendigo por
la posada, una hembra de algo que no nos ha parecido muy decente y una asquerosa
mariposilla, creo, pero no estaban seguras mis comadres. Y NO HAN PAGADO PEAJE, GAÑÁN!”

Enternecedora escena familiar, vamos retrocediendo por sobre las calles y plazas que forman las tiendas semi permanentes del oasis hasta llegar a ver la Plaza Real y posada del desierto. Podemos ver cómo llega el chaval a la tienda de Banuestonio, uno de los tres plutarcas, trayendo las noticias del antro de Davieso.

viernes, 1 de agosto de 2008

DIARIO DEL MONJE

Aproximadamente la mitad de la población es urbanita
La otra mitad se gana la vida en los valles de las montañas.
De estos últimos la mitad se ocupan de la caza, y la otra mitad se ocupa de llevar el ganado a las jugosas praderas de la montaña. Los cazadores, agrupados por clanes y valles, poseen las tierras y se dedican a la caza como una actividad tradicional y noble. La actividad ganadera es parte de todo el sistema natural, y ayuda a mantener las praderas takitianas como son. Los ganaderos son habitualmente arrendatarios, que poseen el ganado pero no las tierras. Trashumantes, viven a medias entre las ciudades y el campo.
Las clases nobles proceden tradicionalmente de familias cazadoras, mientras que las clases bajas son ganaderas.
Históricamente, los ganaderos con sus migraciones estacionales y sus oficios, ayudaron al establecimiento de la cultura, mientras que la disciplina y el reto personal que suponía la caza en estas montañas, produjeron la caballería y el ejército takitianos.

Lucrecio -¡Nos han robado!

Lucrecio aparece desconocido con el nuevo día: limpio y aseado, con su hermosa armadura de cuero endurecido repujada con escenas de la vida bucólica. Su enorme sombrero de ala ancha, sus calzas y botas limpias. Podría parecer que ha cambiado a mejor, pero no, sigue siendo enorme y rematadamente horrible; el acicalado añade, quizá, un toque subrealista a todo el conjunto pues no puede dudarse, por las enormes espadas a la espalda, el escudo de detras y el de delante (escudos paveses que usa como si fueran bandejitas) y el fiero gesto con que ha desenvainado el mandoble de caballero (con una sola mano) al oir las palabras de davieso, que se trata, se vista como se vista, de una máquina de rebanar pescuezos.
Horacio, con la práctica que dan los años se ha situado, un poco a ciegas (ya que es tuerto y en el ojo sano tiene cataratas), detras y a la izquierda de Lucrecio, preparado para orar, configurando una clásica postura de combate.

El robo

El fuego crepitaba, llamando la atención más aún , si cabe, sobre su importancia. La llama era lo único que, entre aquellas peñas magras, conseguía escasamente evitar su inanición en la noche helada del desierto. Miriadas de estrellas en una noche ventosa y sin luna...
Una tela entre dos peñas hacía de techo y parapeto, pero no conseguía llegar hasta el suelo de arena y cardos (afortunadamente, cuando dispones de un par de culos de ogro, de alguna manera se completa el caseto) Al otro lado, el Camello echado y rumiando, y entremedias, acurrucados y estremecidos, el Sr Paje y la Sra Tundra. De la pequeña Ainara nada, ni por asomo, se avistaba. El jugo de cardo, en bota, se pasaba con frecuencia (los ogros un odre, más de su tamaño). La voz del Camello era profunda y resonante, aditada a intervalos con resoplos y unos "eeeh..." más elevados de tono que asemejaban a balidos o mugidos, poseía un curioso ceceo.
"Eeeeh... parece que hay trato -brrrlp- Queda claro explicitamente que una vez que cambie de manoz acaba mi compromizo POR completo -brrrlp- EEEEH... -brrrlp- Ezta remeza ez el trabajo de de todo un ciclo de loz doz zolez, he recolectado y procezado material de -EEEEh- dezde la Montaña del Trueno hazta -brrrrrlp- Zaarlang -brrrrlp-brrrrlp- totalmente fuera de rutaz conocidaz y guardadaz..."

"con este negocio, viejo amigo, -dijo el Sr Paje- podrás darte la vida padre durante unos añitos..."
"El Camello -brrrrlp- ziempre guarda para la travezía del Dezierto. Mañana deberéiz entregar ezto a Daviezo en la Pozada, para que oz dé unaz alforjaz que le he dicho que guarde en la Marmita de los Raroz Caldoz"

Y les mostró una curiosa piedra cúbica, con un lado desigual, cubierta de jeroglíficos.

"El Gnomo Daviezo tiene la otra mitad -ZNOORRRT- y oz hará entrega de las alforjaz -eehhh- zon ezpecialez, cuando hay trato reciben lo eztipulado, ahora ya lo tienen. Azi que recordad, primero recuperáiz laz alforjaz, zegundo ze llenan -FRRRLT- mizteriozamente"

La Posada, entre sus servicios, se holgaba de ofrecer a sus clientes habituales y de confianza la posibilidad de guardar cosas. Davieso el Gnomo tenía en la habitación de atrás de recepción -por supuesto mágicamente protegida- una marmita de contención en la que , como él decía, se guisaban poco a poco sus caldos raros, todo el tiempo que el cliente estimase. Naturalmente por un precio estipulado.

Asi pues, ahítos de jugo de cardo, todos, felizmente, a dormir...

A la mañana siguiente, la piedra tallada sólo suscitó un moderado levantamiento de ceja del Gnomo, que, tras limpiarse las manos con el paño y echar un vistazo rápido a las dos o tres mesas que estaban acabando con los contundentes desayunos de la Posada se fué a la habitación de atrás....

....para salir un momento después con los ojos desorbitados dando un portazo:
"¡La Marmita! ¡ha desaparecido! ¡Me han robado!"

sábado, 26 de julio de 2008

Habitantes del oasis III

Como es natural Porrebruno se ha despertado al oír los alaridos de Davieso: -¡Pues no va y me llena de mierda mi preciosa barra!. ¡Indeseables criaturas asquerosas, dales la mano y te cogen el brazo!. ¡Por todos los dioses del crepúsculo!, le dejo pedir a mi puerta y se toma confianzas. No Mini-Moni, no toques eso, que a saber lo que puedes cojer, vamos a tener que cauterizar. (En un aparte a Porrebruno que ha aparecido somnoliento por ahí) -psst, quedate por aquí chavalote, que hay un negocio a la vista.
Llamaradas despues, Davieso recoge las cenizas de la deposición Lucreciana y va despacio hacia donde Porrebruno espera discrétamante: -esos dos se traían algo entre manos, además de porquerías, o yo soy un buhóso astado Porre, conviene vigilarlos...

martes, 22 de julio de 2008

Lucrecio (Negociación con el camello)

"No me llamo Lucrecio, ni me envía Horacio el Descalabrado, Fangaeria esta a dos
pasos de aquí".

Lucrecio toma entonces una de las grandes monedas que ha recogido de la mesa, la limpia con la lengua y deja ver su aspecto a la luz de la última de las lunas. Oro, oro de las ciudades libres, una hermosa talla hecha a mano con la noble efigie del héroe de las guerras que no se llegaron a librar. Si fueramos orfebres entendidos, sabríamos que las monedas transportadas de manera tan orgánica por el muy estúpido de Lucrecio tienen diez veces su valor. También sabríamos, con echar un vistazo a sus neuronas en inferioridad numérica, que la genial idea del transporte sin la cual no hubiera podido hacer tan largo viaje, no ha podido ocurrirsele a él.

"Horacio ha querido venir en persona, por eso no he venido yo".
Lo dice volviendo a sollozar, como cuando lo conocimos esperando a Abdel.
"No lo hecho nada de menos. Estoy seguro de que no quiere hablar contigo, así
que no debes seguirme."
Camina bien derecho hasta las afueras del oasis, frisando con los roquedales llenos de bichos y sabandijas. Bastante oculto se puede ver un campamento, una fogata y unas tiendas, tres personas se calientan al fuego.

El primero es como Lucrecio, pero más pequeño, con una fealdad pareja y un abollamiento horrible en mitad de la cabeza, tambien tiene una mata bien peinada de pelo naranja. Sin embargo va vestido como los clérigos de Luvia el ciego y la expresión de su rostro parece equilibrada y nada bobalicona.

El segundo parece clérigo también, aunque se puede ver menos de su persona, parece que duerme a pesar del constante cuchicheo del hada duende que habla con el primero de nuestros personajes.

Lucrecio mira atras para ver si le ha seguido Abdel...

lunes, 21 de julio de 2008

DIARIO DEL MONJE (4)
“Pero, verdaderamente, la clave de la seguridad ante esta amenaza, o ante cualquiera de las que derivan de la fauna Takitiana, que son muy considerables, es pasiva.
Lo explicaré con un ejemplo. Cuando remontábamos penosamente las progresivas alturas de los valles del norte, en dirección hacia el sur
(nuestra ruta era la más común, remontar desde Vallesnorte hasta El Paso, para luego bajar hasta Tikal por Vallessur)
pasamos en un momento dado por una ladera tan escarpada, que, al igual que ocurre cuando la Carretera pasa por los valles, entraba por un trecho en un túnel.
Las hormigas habían hecho un camino que atravesaba la Carretera, pero habían decidido hacerlo por la parte donde la misma se metía en el túnel, con lo cual no entraban efectivamente en la calzada. Y no sólo eso sino que, en su errático deambular, cuando una exploradora se acercaba al borde del camino, en el último momento se daba la vuelta y retrocedía.
Curioso, ¿verdad?.
No se trataba de hormigas muy grandes o agresivas, como pude ver, eran de las negras, del tamaño de un perrito las obreras, y el de una oveja las soldados. Se veía a las claras que eran pacíficas, más bien vegetarianas, a juzgar por la naturaleza de los materiales que llevaban. Pero lo lógico era que antes o después, alguna entrara en la Carretera, y antes o después coincidiera con persona o animal en su camino. Y, vegetarianas o no, si molestas a una hormiga no se lo piensa, ataca, y si ataca, a su olor acuden más hormigas en pocos minutos. Una situación muy peligrosa.
Sin embargo, nadie dio muestras de especial preocupación al pasar cerca de las hormigas ni nadie tomó especiales precauciones... lo que me dejó sumido en un mar de dudas.
Finalmente, uno de los cazadores me lo explicó aquella noche.
Existe en Takitia una clase especial de monjes (bueno, un grupo que no sólo tiene monjes, también soldados , artesanos, políticos, etc)
llamado el Gremio del Arte. Son entre otras cosas, los encargados de esculpir la piedra.
Los Takitianos no leen (excepto la Sociedad del Conocimiento Universal, que a cambio producen libros por todos los demás, y por parte del resto del Mondo) sino que se comunican en general mediante jeroglíficos.
Toda piedra es una superficie más o menos plana sobre la que esculpir, si no, no está completa, para su mentalidad. La mayoría de los jeroglíficos son muy decentes, y expresan la Ley, única norma aceptada de manera universal por el pueblo, y que todo el mundo conoce al dedillo, o si no historias del folklore popular, mitos, cuentos, ... todo muy tradicional.
Pero hay unas piedras muy especiales, cuyos signos están realizados por una secta muy particular de monjes dentro del Gremio del Arte. En los caminos, en praderas, en terrenos abiertos en general, o que tengan algún uso para la comunidad, suele haber unas piedras cuyos jeroglíficos poseen un poder discreto pero grande, y muy útil.
Ante seres y animales peligrosos, pero que no tengan una motivación especial para estar alli, que simplemente pasaban en aquel momento concreto, se activan. En tal caso, cuanto más se acercan a la piedra y su área de protección, más sienten un estímulo natural para ellos, y agradable, que les llama desde la dirección opuesta. Un gigante vagando por la montaña, cuando se acerca a una zona poblada, de pronto huele una hembra, u oye ganado, o lo que sea que les gusta a los gigantes, justo detrás, de donde venía. Así que en virtud del poder de la piedra y de manera “natural”, se da la vuelta y retrocede. Esta defensa mantiene a salvo de encuentros peligrosos a la población en la mayoría de las ocasiones, pero es escasamente útil si, por ejemplo, el gigante va por una razón concreta, consciente, a ese punto en particular, pues la magia no limita el libre albedrío.
En el caso de las hormigas, lo más fácil es que hubieran atravesado la Carretera por cualquier sitio y que la hubieran bloqueado, pero “prefirieron” cruzar por la parte que estaba cubierta por el túnel.
Y se entiende perfectamente que no se molestara a las hormigas, pues lo mejor era mantenerse sin proporcionar estímulo alguno que pudiera darles una razón efectiva de entrar en la Carretera.
Los Takitianos están bien integrados en su medio natural...”

domingo, 20 de julio de 2008

DIARIO DEL MONJE (3)

“La entrada a la fortaleza es un arco simple, ancho, protegido por una pesada y gruesa reja. Los muros son de un espesor fenomenal, y los bloques que los forman son grandes como casas,..., bueno, como una habitación.
Se dice que pueden resistir el ataque de los gigantes, y eso es precisamente para lo que están hechos, más que para resistir el improbable ataque de un ejército. Los gigantes abundan en estas montañas. Son primitivos, habitan en las alturas y no son sociables, pero sí numerosos. Todos los años hay varias aproximaciones a las zonas habitables, con resultados no muy desastrosos, para lo que podrían ser. ¿Cómo se puede no sólo sobrevivir, sino prosperar, con semejante vecindad? En primer lugar, cada habitante, cada ganadero, o cazador, es un vigía, que avisa por todos los medios posibles ante cualquier señal de aproximación de gigantes. Todo el mundo a refugiarse en la fortaleza , el ganado primero (excepto si el gigante aparece muy cerca. En tal caso, que se coma a las vacas, no a mí).
Cada fortaleza tiene, como mínimo, una torre, y cada torre, como mínimo, veinte balistas (para los legos: una ballesta gigante montada, al igual que una catapulta, sobre ruedas). Diez de ellas, las más potentes y letales, uno de cuyos tiros puede atravesar a un gigante de parte a parte, se encuentran en la ancha plataforma que corona la torre, cada una en su sitio y apuntando en una dirección radial y sentido exterior. Los dos niveles de la torre inmediatamente inferiores carecen casi por completo de paredes, y los pisos son plataformas giratorias, con cinco balistas de tamaño menor, más manejables y fáciles de recargar.
La estrategia ante un gigante que se acerca demasiado es herirle y enlentecerle con varios disparos en batería desde las plataformas giratorias, para que finakmente quede en posición cercana, aturdido y a huevo [N del T.: se nota que este era el diario secreto del monje] para un remate letal de una de las balistas pesadas fijas. La profesionalidad, experiencia y dedicación de las Guarniciones de Torreros, que constituyen grupos de elite dentro de el ejército, permite que las poblaciones vivan en montañas como estas en razonable seguridad tras los muros de sus fortalezas. El prestigio que tienen, hace que un puesto de Torrero sea un deseado retiro para los mejores de entre los mejores, desarrollando una misión defensiva de enorme importancia, más queridos que los médicos (los buenos, claro), y sin tener que salir de casa, como quien dice. Para mí, el que hacer guardia en una Torre, bajo una ventisca Takitiana, sea considerado un dorado retiro, y repeler ataques de gigantes una rutina, me hace entender lo duros que son los soldados Takitianos.”

DIARIO DEL MONJE (2)

“El Ejército Takitiano es pequeño, pero está bien pertrechado, y muy bien preparado. La moral es muy alta, le viene del sentimiento de pertenencia a una cultura imperial y augusta, y la solidaridad entre ellos que se forma. Tanto las clases altas como la bajas se encuentran en una unión muy estrecha para defender algo noble y precioso contra los ataques de los feroces enemigos que les rodean, y también contra la indiferencia de otras razas que se encuentran en vecindad, y son muy numerosas. En su rincón del mundo, en su valle rodeado de montañas, son el único reino humano en muchas medidas a la redonda (y los humanos cercanos, como Goremunya, son formidables enemigos.
Los ballesteros takitianos son legendarios: se dice que su disciplina es tal que se mantiene en cualquier situación, incluso ante la carga de un dragón, y su eficacia los equipara con una máquina de matar. En el cuerpo a cuerpo, son muy dados a llevar la maza corta takitiana, de la que se dice que es “ligera en la mano, pesada en el golpe, y corta como una espada”. Históricamente, se comprende que sirvió como arma para la defensa, a la vez que útil instrumento para el día a día. No hay más que ver las cortinas de hielo que se forman en la Carretera, bloqueándola, que hay que romper y despejar, o para improvisar unos escalones en el hielo. Además, los golpes de maza tienden a dejar huesos rotos, o miembros incapacitados, útiles para un ataque rápido por sorpresa a un depredador o un enemigo más fuerte, que con suerte queda imposibilitado para una persecución, y mucho más en un entorno tan agreste y escarpado como es Takitia. Ligeras, durísimas, con bordes afilados como cuchillos, son armas temibles.”

sábado, 19 de julio de 2008

DIARIO DEL MONJE

“Akatania o, como prefieren llamarse a sí mismos, Takitia, es un recóndito país de elevadísimas montañas y un clima salvaje...”
“...la carretera es una maravilla. La Gran Carretera, en Takitia. Ancha, plana, con desagües, revela una solidez y esplendidez de formas que cuadra perfectamente con los rumores de relaciones de alianza con los enanos...”
“Desde las áridas estepas del norte, se ven las montañas, inmensas, un muro que se va haciendo gris y, finalmente, es blanco. Detrás, más al norte, el río culebrea encajonado entre altos precipicios que cortan la llanura. Alli, donde el espacio se ensancha, espesos cañaverales ocultan enormes masas de lodo, formado por los sedimentos arrastrados de otros desiertos, y espesas nieblas ocultan nubes de mosquitos grandes como palomas, y aún otras cosas...
De nuevo hacia el sur... nos acercamos a buen paso, por la carretera del reino, elevándonos. El terreno se hace verde, y se convierte en praderas de montaña, de hierbas espesas y muy altas.
Se suceden los valles que bajan de las alturas. Es verano en Vallesnorte, asi que las cumbres están perpetuamente cubiertas de espesas nubes. Los valles se suceden paralelos, y la carretera efectúa una sucesión de ondas que se repiten, para mantener una pendiente suave. Cuando la carretera pasa por las escarpadas laderas de los valles se aleja hacia el norte, y cuando atraviesa, enterrado, los anchos valles, retrocede hacia el sur. Asi vamos adentrándonos cada vez más profundamente en Takitia desde el noroeste.
La Carretera está oculta, como medida de precaución ante una posible invasión. La única manera para un ejército de acceder a ella, es a través de uno de sus accesos, es decir, de una población, con su correspondiente fortaleza. Fortalezas defendidas por un ejército acostumbrado a vérselas con gigantes con cierta frecuencia. Fuera de las poblaciones, digamos por los valles, es subterránea, y no sólo para que no sea accesible, sino porque no hay carretera que resista el deshielo de primavera en Takitia. Y cuando la carretera atraviesa las invariablemente escarpadas laderas, un supuesto ejército invasor tendría poco menos que escalar para llegar a ella. Además, es prácticamente imposible localizarla desde el valle, porque los constructores dejaron a los lados un reborde que desde lejos hace la ilusión óptica de que la ladera no se interrumpe. Sencillamente, parece que no hay carretera.”

viernes, 18 de julio de 2008

Un negocio "sucio"

La última cosecha de cardo no ha sido muy buena. El sabor que deja es más agrio que de costumbre.
Abdel trata de dejar atrás un día rutinario y sin nada por lo que alegrarse. Además, le ha fallado un contacto y eso podría traerle problemas.

Intentaré ponerme en contacto con mi proveedor, que no duden de mí... pero... mañana... baaaaaah! ¡in zalah!
El resto de criaturas del lugar deambula de aquí para allá, tras de sí, mientras contempla la colección de botellas apostadas en la pared. La mayoría son de dudosa procedencia, pero es ley de distribuidores no hablar de estos temas con los extraños al gremio. Se compadece de aquellos que son servidos de esas inmundicias destiladas con las entrañas de vete a saber qué engendro.

En el trance del ritual de barra, se percata de una presencia que le observa, lo cual, evidentemente, le incomoda. Haciendo un gesto disimulado, gira su cabeza para poder fijarse al fondo de la sala y de vuelta verificar el asunto de su sospecha. Efectivamente, a pocos metros de él, un asqueroso troll le observa mientras hace gestos groseros, incluso para una cultura no demasiado refinada, rayando en lo absurdo. Su actitud es osada, incluso obscena, con el "miembro" colgando despreocupadamente. Parece esperar algo de él, pero, seguramente, es tan estúpido que ni siquiera lo oculta.

Bruscamente, el susodicho se levanta para dirigirse a la letrina con cierto estruendo. Lo que se escucha -y lo que se respira- es algo que alegraría cualquier charla de amigos sin muchos escrúpulos.

Sin darse cuenta, Abdel se ha quedado bastante solo en la posada. Las ventanas ya están cerradas, incluso el guardia troll se ha ausentado. Cuando termina su tercera jarra de jugo para disponerse a ir a su aposento-cuadra, ve aparecer por la puerta de la letrina al engendro que le observaba, con un fardo corrompido por su contenido: una mezcolanza de nauseabundos excrementos que golpean la parte interior de los ojos, aquella parte que conecta con el cerebro y que provocan la secreción de mucosa ocular, cierre de los sistemas digestivos y, por lo tanto, rechazo a lo recién rumiado y en inminente ascenso por el conducto que sólo debería ser de bajada... Todo esto en un par de segundos.

Al mismo tiempo un medio alarido, medio rebuzno, se escapa de la garganta de Abdel que se tambalea ligeramente en dirección contraria hacia la causa de tales sensaciones.

Con los ojos desorbitados observa el "regalito" e ,intermitentemente, a su portador que, con cara de satisfacción, parece orgulloso de tal producto de su creación.
Pero... mmmmaaah, ¿eztá loco? ¿Es zubnormal? Qué az...
Según profería improperios, el "artista" desplegó el fardo y de entre la materia orgánica parecieron verse unos reflejos dorados que, parecía, habían sido depositados junto al resto de la materia "no tan noble". ¿Será capaz de haberse tragado, el anormal este, tales cosas?

Entonces, de la boca de aquel semi-individuo brotaron unos estertores que podrían haber pasado por palabras. La primera vez estaba tan aturdido aún, que Abdel no le entendió, y requirió una repetición.

Antes de que recibiera la contestación, el pobre Davieso se precipitó desde la cocina, donde estaba limpiando, a la barra, donde semejante espectro de inmundicias había sido depositado. Según se acercaba haciendo aspavientos y lanzando maldiciones, sus labios dudaron y balbucearon cuando vio aquel metal apenas a la vista por su fenómena "capa protectora". Una vez reaccionó, volvió a gritar al grotesco personaje que había traído eso al mundo y le mandó llevárselo enseguida, amenazándonos a ambos con un hacha que acababa de sacar de debajo de la barra que rezaba en su mango: "libro de reclamaciones".

El troll hizo un gesto a Abdel de que salieran ambos afuera. Abdel, aturdido, ya no sólo por los efectos de tal presencia, sino ahora por la situación, dudó un instante, pero era evidente que era, ya no lo mejor, sino lo único que podía hacer, a menos que quisiera sufrir alguna amputación y bien sabe Alá cuanto estimamos todas y cada una de nuestras partes.

Pasando el umbral de la puerta, justo volvía Mini-Moni de tirar la basura, y se sintió forzada a frenar en seco, girarse sobre sí misma y acordarse de qué había cenado.

Abdel andaba siguiendo, con cierta sospecha, al pesado y torpe troll, que de vez en cuando se volvía para repetirle que le siguiera. Todo esto a la luz de la más débil de las tres lunas, la única que aún no se había ocultado en el horizonte, que confería una tonalidad pálida a todo el lugar.

El troll se detuvo sobre una valla de piedra cerca de la posada, en un lugar entre varios carros. Abdel dudó en acercarse. Odiaba meterse en líos. Por poco estuvo a punto de darse la vuelta y salir al trote. Agarró su bastón de defensa. Por un instante tuvo la tentación de intentar quitarse de en medio al troll, pero tal pensamiento no duró mucho por las evidentes consecuencias que podría conllevar tal suicida acción.
¿Qué quierez?, mmmaaaah, ¿De dónde haz zacado ezo? ... ¿Eztáz, jjjk, fffkh, mmmmh, tratando de hacer negocioz conmigo?

miércoles, 16 de julio de 2008

Habitantes del oasis II

Reposemos un poco en las vaharadas de humo que exhala Porrebrumo: las formas protervas de Lobesna, ocupada con un cliente tardío, de los que tienen mucho palique, son una constante a la que su mirada experta recurre de vez en vez. Un lugar cómodo al que acudir para descansar la vista de manera inconsciente. Otra constante guiada por el hábito son las puertas, ventanas, el pequeño montacargas que comunica con la cocina, hasta las grietas de los ratones son catalogadas por los ojos soñolientos; apreciaciones de la sutil arquitectura primigenia del lugar que es denunciada al observador si se elimina la tabiquería más moderna, como una red dentro de otra red. Detrás de las cortinas de terciopelo rojo, de los tapices de motivos perturbadores, evadida de las luces de colores exóticos, la ojeada recurrente de Porrebrumo constata la organización en forma de celdillas de la posada del desierto. Posibles lugares de fuga o invasión son catalogados frisando el subconsciente, redadas y celadas, toda la salsilla de la vida forma el poso ambiental que intranquiliza al sargento agradáblemente. Quizá es por eso que se encuentra tan a gusto en tales sitios, que adornan sin ocultar nada al hombre dotado de sutiles percepciones, que satisfacen su instinto de supervivencia porque no adormecen sino a los necios, sin ofender la inteligencia de los inteligentes.
Dejemos de ver lo que ve Porrebrumo para seguir las evoluciones de nuestra voluta de humo de tabaco marca “imperio antiguo”, que va a reposar dulcemente en el pecho de la meretriz más veterana del salón de los placeres. Las demás atienden en las habitaciónes a los últimos clientes o duermen. La humana deja ver una capa de vello tornasolado, sepia, en sus hombros, se adivina que en todo su cuerpo, en las muchas zonas de piel que excitan la imaginación del lujurioso, veladas por sedas moradas, malvas, carmesíes… Como una reina del amor, envuelve expertamente en sus redes al Viejo Aventurero, para aflojarle la bolsa, para ver que guarda el día en asuntos de negocios, a la hora de echar el cierre. La guinda, el colofón, la cima, el culmen. Ahí su secreto: en un uso del tiempo, de los días y las horas, conservando energías y recursos hasta el momento en que la fruta está madura, en que el palomo acude al reclamo finalmente, tímido, inmaduro, siempre -en sus manos- inexperto.
Mientras dejamos en manos de Lobesna al viejo aventurero, vemos que han asomado las tres lunas llenas sobre el desierto: rara ocasión. Un sudario de luz hipnótica, lunar por partida triple, fastidia las vistas de las estrellas al astrólogo, ilumina conciliábulos de enamorados, da descanso a los ladrones, enerva a los poetastros, estropea las enboscadas de los bandidos: tiñe el desierto con una luz reveladora e indiscreta que revela una trinidad umbría en las sombras de los cáctus y los postes, una red de sombras triples, redes, redes, no hay más que redes.

viernes, 11 de julio de 2008

Hablemos de todo un poco...

Hablemos de todo un poco, pues es la hora de situar La Posada en un entorno más amplio.
Fronteriza, como ya se ha dicho, pertenece al que fuera antaño extenso y poderoso imperio. Hoy en día, la un día céntrica posada se encuentra casi en la frontera. Al norte el poderoso río de la Grulla Infinita, corre de oeste a este, buscando el mar entre montañas ciclópeas. Al oeste, tras una extensa curva del río, se extiende el desierto esteposo y accidentado, de donde nadie vuelve, pues está habitado por criaturas malvadas, permanentemente hostiles y amigas de echar mano a las cuerdas del arco a la sola vista de extranjeros. Al norte y al este, extensas poblaciones y países no humanos, casi siempre hostiles, como los orcos y los gnomos, o poblaciones sin rey ni ley conocida. El gran río constituye la frontera ante las hordas inmisericordes.
Takitia, el Grande, el Reino del orden y la sabiduría, se extiende al sur, protegido por altas montañas. En sus valles altos, las fortalezas vigilan la llegada de enemigos por los pasos. Su orilla del río está patrullada por el ejército, en una carretera, única, jalonada por fortalezas. Lugar ancestral de cultura y honor, protege su legado en sus universidades y monasterios, tras los muros de sus castillos y las espadas de sus paladines. Pero como la vida sigue, hay de todo. Por pura necesidad se comercia con caballos con los orcos del norte, a cambio de una siempre insegura promesa de no agresión. Se exportan productos naturales, sobre todo madera y caza, y últimamente ha crecido el turismo de naturaleza y salud, en sus solitarios monasterios, con sus famosas aguas termales y sus productos de herboristería. Igualmente, muchos príncipes de lejanos reinos y grandes caballeros bebieron de las aguas de las enseñanzas de sus monjes y paladines. Pasando las montañas, se llega al valle escondido donde aún resiste la Majestuosa Tikal, capital y joya del Imperio (restos del imperio). Situada en la unión de dos caudalosos ríos de montaña, que vienen desde el noroeste y el noreste, que constituyen la frontera por el sur, mira hacia el único paso conocido hacia el Meridión, la Gran Madre. Asi pues llegamos a la última referencia espacial: por el sur se acerca imparable el ascenso de los fanáticos Hijos del Dragón. Contenidos con gran sacrificio, siempre son una hambrienta amenaza, y atacan con sus ejércitos o sus conspiraciones.
La Posada se encuentra en el norte de este Reino, Reino que sobrevive en un mundo de barbarie y fanatismo, testigo y valedor de un orden y armonía pasados de moda. Poderoso, casi inexpugnable en su último santuario, la nostalgia de los días del glorioso imperio perdido tiñen de melancolía sus días, pero sus habitantes son amantes de la cultura y carecen del ansia de expansión.

miércoles, 9 de julio de 2008

Habitantes del oasis

La posada tiene varias salas. La principal y más grande es , a la vez, la más respetable, pero hoy intentaré visualizar la de los chicos malos, la de las juergas de las que más vale no hablar (je, como cuando el plutarca Banuestonio amaneció tirado en el cuarto de la basura y casi lo tiran a los pozos del reciclaje). El lugar se alquila a varias sociedades de entretenimientos (ambulantes o deambulantes) que ya han probado al jefe Pinpé. El de la voz de trueno procura que se haga precio especial a las autoridades que por ahí pasean de incógnito, prueba la mercancía, organiza el cobro de localidades cuando se tercia, mete prisa en la cocina con la nata y la crema de cacahuete cuando se requiere...
De entre los habituales destaquemos a Porrebrumo, sargento de la guardia nocturna, hombre cabal y conocedor, buen catador de las diferentes añadas de jugo de cardo y probado campeón en varios duelos de trasegar cerveza de revientaentrañas. Humano, como hay pocos en el oasis, una pequeña leyenda de voz suave pero rasposa, modales huidizos, incipiente barriguilla. Se le puede aplicar aquel refrán de que "más puede el diablo por viejo que por diablo". De canoso pelo, antaño moreno, ojos grandes de perro pachón, melancólico y amante de su amada, la señorita Lobesna, que previo pago, le obsequia un amor de la más buena calidad que se puede obtener por éstos pagos según afirman muchos. Y eso que se rumorea que tuvo acceso a la mismisima hija del Plutarca Banuestonio, a la que, según dicen, despreció con una bofetada. Tal vez por eso siga siendo el sargento y no pasa de ahí, pero si es cierta la historia, lo raro es que no esté muerto, algo pasa entre los dos, algún poder tiene Porrebruno sobre el Plutarca bienamado.

viernes, 4 de julio de 2008

Qué hermosa visión...

Qué hermosa visión, ver la posada llena de gente, llena de vida.
Corren malos tiempos para los negocios, y más de una mirada pesarosa y frente fruncida se prodigan cada día.
Cuando hay que apretarse el cinturón se espesan los ánimos, y si no se pone cuidado, escapan palabras tensas, incluso ofensivas y que sólo empeoran la situación. Asi es que mejor nos quedamos aquí, frente a esta jarra medio vacía, y hacemos memoria para pasar el rato.
¿Te he contado la historia de cuando la posada estaba.... bueno, nunca lo dirías, pero esta posada, rodeada por este erial estepario, de gruesas paredes arenosas y resquebrajadas por el calor... estuvo una vez rodeada de agua, junto a la orilla de algún mar lejano. Anda, cierra la boca y echa otro trago...
... Sabes que el Señor Davieso es el director, gerente, o como quieras llamarlo, de este magnífico antro... pero no siempre fue asi. ¿No te has fijado en los muros interiores, de piedra densa y gris verdoso? Evocan un ambiente de humedad. Mira las paredes de la sala;las esquinas no son tales, asi como los límites entre paredes y paredes, entre paredes y suelos, entre paredes y techos. Siempre hay un plano de transición, de manera que si hiciéramos un corte, por ejemplo siguiendo la ranura que hay en esta misma sala y que atraviesa suelo, pared, techo, pared y de nuevo al suelo, obtendríamos un corte octogonal, con los lados correspondientes a suelo, paredes y techo mucho más grandes. Extraño, ¿verdad? ¿por qué el constructor se tomó tanta molestia, en vez de hacer superficies planas como en un edificio ordinario?. Nadie podría adivinarlo, faltan piezas en el rompecabezas. Las cosas son diferentes ahora, y no permiten comprender el porqué.
Pues bién, hubo un tiempo en que mi vida era mucho más activa que hoy en día, y entonces levantaba las miradas por donde pasaba, e hice hazañas que tal vez algún día te cuente...
mi cuerpo estaba fuerte, y las gentes me mostraban respeto...
sí, sí, está bien, sólo deja que beba un trago,,,
bién, sigo...
el caso es que me debían un favor; un personaje despreciable y traicionero, pero con habilidades,... especiales... hubo de mostrarse agradecido por un asunto comprometedor, al cabo resuelto a la satisfacción de (casi) todos. Entre otras cosas de valor, en el transcurso de sus correrías en esta posada, descubrió por casualidad un pasadizo, y decidió enseñármelo. "Advierta, señoría, el perfecto borde circular de la entrada... se diría hecho por medios no humanos... tenga cuidado de estar siempre sujeto a esta soga, la caída es vertical, y las paredes lisas sin juntura... asi está bién..."
Que sí, pesado, he dicho "señoría", y no me lo he inventado, ¿te importa que siga..? como no te calles y dejes de interrumpirme con impertinencias no te cuento nada más, asi que tú mismo...
Bién, ¿por dónde iba..? ah, sí... la impresión que saqué es que existe un entramado de túneles de formas extrañas, tubulares, con repentinas y caprichosas revueltas y recodos, pero con una disposición de conjunto en general regular... vale, vale, en resumen, creo que llegan básicamente a todos los puntos de este vetusto y macizo lugar, de hecho, creo que en cada una de las estancias de la posada hay (o había, hace ya tanto tiempo de eso) un acceso a los túneles.

Y ahí se acabó la historia, y no, no sé cómo podría un ser humano accionar, ni siquiera hallar, las supuestas entradas. Inténtalo si quieres.

La cosa es que un día un borrachín me contó un cuento, igual que hoy yo te lo cuento a ti.

Hablaba de un castillo, o mansión regentada por un malvado rey tritón.
¿Que cómo es posible, si tienen que volver al agua cada poco, o quedar para siempre transformados? pues, sencillamente, el agua venía a él, y en plena audiencia podía quedar todo bajo agua en pocos minutos. Decían que todo cuanto necesitaba era desearlo, y aquella estancia de su mansión adonde quería ir quedaba inundada antes de su llegada. Bien es cierto que las audiencias con su alteza, si esto es verdad, serían únicas, literalmente, para bípedos como los humanos, pero el caso es que por aquellos lares tenía fama de buén huésped, además de buén conversador, y, ...
¿eh?, ah que me voy por las ramas, bién, sí, ya sabes, licencia de la edad...
bién, para terminar, el cuento terminaba mal, para su majestad el rey tritón (sí, sí, sin mayúsculas, otra licencia de quien ya se aproxima al ocaso de su vida...) pues fue engañado por un hechicero, o un ladrón de malas artes, y utilizando su propia magia contra él, fué vencido. Después de que pasó todo, el castillo (o mansión, o lo que quieras,...) había desaparecido, y se oyeron durante muchas estaciones las rugientes maldiciones del oleaje, y las promesas de venganza del pobre y malvado rey tritón...

Bién, paga otra ronda y termino, la historia,... pero no seas roña, y pide una ración de algo hombre,... que hablar no sólo da sed.

Como te podrás figurar, no soy, a estas alturas, pero entonces tampoco, un crédulo lenguaraz, y disfruté del relato aquella noche, y asimismo lo olvidé, pero desde lo de los túneles, el tiempo me ha hecho asociar cada vez más la posada con el cuento, y sí, te lo creas o no, digo que esta posada era aquel castillo, y el señor Davieso aquel osado aventurero...

¡Cómo, eso no me lo dices a la cara de puertas afuera! ¡¡Y lo pagado, pagado está!!
...
...
...

(Mini-Moni)
Estimados clientes, el señor director me comunica que los caballos han sido devueltos a los establos en relativas buenas condiciones, y ya han terminado de limpiar la sangre, y los desperfectos estarán solucionados para mañana... Señor Anciano Aventurero, respetuosamente, y en nombre del director, me permito rogarle que contribuya a conservar la paz en estos tiempos de crisis... Lo de la araña gigante que devoró a los incautos visitantes del carromato, aunque certeramente atajado por usted, fue innecesariamente violento, y este episodio no le hace ganar muchos puntos...

en fin, otro día de servicio acaba en la posada...

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