viernes, 18 de julio de 2008

Un negocio "sucio"

La última cosecha de cardo no ha sido muy buena. El sabor que deja es más agrio que de costumbre.
Abdel trata de dejar atrás un día rutinario y sin nada por lo que alegrarse. Además, le ha fallado un contacto y eso podría traerle problemas.

Intentaré ponerme en contacto con mi proveedor, que no duden de mí... pero... mañana... baaaaaah! ¡in zalah!
El resto de criaturas del lugar deambula de aquí para allá, tras de sí, mientras contempla la colección de botellas apostadas en la pared. La mayoría son de dudosa procedencia, pero es ley de distribuidores no hablar de estos temas con los extraños al gremio. Se compadece de aquellos que son servidos de esas inmundicias destiladas con las entrañas de vete a saber qué engendro.

En el trance del ritual de barra, se percata de una presencia que le observa, lo cual, evidentemente, le incomoda. Haciendo un gesto disimulado, gira su cabeza para poder fijarse al fondo de la sala y de vuelta verificar el asunto de su sospecha. Efectivamente, a pocos metros de él, un asqueroso troll le observa mientras hace gestos groseros, incluso para una cultura no demasiado refinada, rayando en lo absurdo. Su actitud es osada, incluso obscena, con el "miembro" colgando despreocupadamente. Parece esperar algo de él, pero, seguramente, es tan estúpido que ni siquiera lo oculta.

Bruscamente, el susodicho se levanta para dirigirse a la letrina con cierto estruendo. Lo que se escucha -y lo que se respira- es algo que alegraría cualquier charla de amigos sin muchos escrúpulos.

Sin darse cuenta, Abdel se ha quedado bastante solo en la posada. Las ventanas ya están cerradas, incluso el guardia troll se ha ausentado. Cuando termina su tercera jarra de jugo para disponerse a ir a su aposento-cuadra, ve aparecer por la puerta de la letrina al engendro que le observaba, con un fardo corrompido por su contenido: una mezcolanza de nauseabundos excrementos que golpean la parte interior de los ojos, aquella parte que conecta con el cerebro y que provocan la secreción de mucosa ocular, cierre de los sistemas digestivos y, por lo tanto, rechazo a lo recién rumiado y en inminente ascenso por el conducto que sólo debería ser de bajada... Todo esto en un par de segundos.

Al mismo tiempo un medio alarido, medio rebuzno, se escapa de la garganta de Abdel que se tambalea ligeramente en dirección contraria hacia la causa de tales sensaciones.

Con los ojos desorbitados observa el "regalito" e ,intermitentemente, a su portador que, con cara de satisfacción, parece orgulloso de tal producto de su creación.
Pero... mmmmaaah, ¿eztá loco? ¿Es zubnormal? Qué az...
Según profería improperios, el "artista" desplegó el fardo y de entre la materia orgánica parecieron verse unos reflejos dorados que, parecía, habían sido depositados junto al resto de la materia "no tan noble". ¿Será capaz de haberse tragado, el anormal este, tales cosas?

Entonces, de la boca de aquel semi-individuo brotaron unos estertores que podrían haber pasado por palabras. La primera vez estaba tan aturdido aún, que Abdel no le entendió, y requirió una repetición.

Antes de que recibiera la contestación, el pobre Davieso se precipitó desde la cocina, donde estaba limpiando, a la barra, donde semejante espectro de inmundicias había sido depositado. Según se acercaba haciendo aspavientos y lanzando maldiciones, sus labios dudaron y balbucearon cuando vio aquel metal apenas a la vista por su fenómena "capa protectora". Una vez reaccionó, volvió a gritar al grotesco personaje que había traído eso al mundo y le mandó llevárselo enseguida, amenazándonos a ambos con un hacha que acababa de sacar de debajo de la barra que rezaba en su mango: "libro de reclamaciones".

El troll hizo un gesto a Abdel de que salieran ambos afuera. Abdel, aturdido, ya no sólo por los efectos de tal presencia, sino ahora por la situación, dudó un instante, pero era evidente que era, ya no lo mejor, sino lo único que podía hacer, a menos que quisiera sufrir alguna amputación y bien sabe Alá cuanto estimamos todas y cada una de nuestras partes.

Pasando el umbral de la puerta, justo volvía Mini-Moni de tirar la basura, y se sintió forzada a frenar en seco, girarse sobre sí misma y acordarse de qué había cenado.

Abdel andaba siguiendo, con cierta sospecha, al pesado y torpe troll, que de vez en cuando se volvía para repetirle que le siguiera. Todo esto a la luz de la más débil de las tres lunas, la única que aún no se había ocultado en el horizonte, que confería una tonalidad pálida a todo el lugar.

El troll se detuvo sobre una valla de piedra cerca de la posada, en un lugar entre varios carros. Abdel dudó en acercarse. Odiaba meterse en líos. Por poco estuvo a punto de darse la vuelta y salir al trote. Agarró su bastón de defensa. Por un instante tuvo la tentación de intentar quitarse de en medio al troll, pero tal pensamiento no duró mucho por las evidentes consecuencias que podría conllevar tal suicida acción.
¿Qué quierez?, mmmaaaah, ¿De dónde haz zacado ezo? ... ¿Eztáz, jjjk, fffkh, mmmmh, tratando de hacer negocioz conmigo?

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