martes, 13 de octubre de 2009

La vuelta de Rotunda

El solo hecho de pensar que hace unos meses Rotunda estaba en “casa” hace que una sonrisa se asome a su sucia cara, era sorprendente, en relativamente poco tiempo, había cruzado un continente, pertenecido al ejercito de un rey, conocido a los que ahora eran sus compañeros de aventuras y fatigas, aquellos con los que había luchado contra un monstruo desconocido, y aunque no lo habían matado, si había logrado echar a perder sus planes.

Ahora parecía que sus amigos preparaban otra expedición para intentar terminar con la amenaza que suponía ese extraño ser, sabia por las noticias que tenia a través de los viajeros que encontraba perdidos en el bosque, que la habían preguntado por la semielfa a los viajeros y guías delas caravanas que llegaban a la posada, también sabia que si no la encontraban se irían sin ella... y la verdad, les echaba de menos...

Se había separado de sus amigos cuando volvieron a la posada del desierto, mientras que ellos se sentían a gusto en ese ambiente, a Rotunda le iba mas el bosque y la naturaleza. Sentía que la naturaleza la había “llamado”, desde que volvió se sentía rara, era extraño, sobre todo porque no se acordaba de haberse acostado con nadie desde hacia tiempo, pero si los síntomas no le estaba gastando ninguna broma, estaba embarazada....

jueves, 4 de junio de 2009

Nueva Lista de la Compra

Del tamaño de un bambú. Del tamaño de un bambú. Así, como esa frase repetida una y otra vez, suena el corazón de Arnoldo antes y después del inesperado encuentro con el entusiasmado Avieso. Mieeeeedo; miediiito, miedo miediiito. Tiene un miedo atroz, atroz como siempre ha tenido; no como si fuera la primera vez, claro. Es un miedo que se ajusta a sus arterias sobrecargadas como un sombrero viejo, o como esos zapatos que te duraron tantísimo tiempo, y que tuvieron una prolífica vida -medida en callos y juanetes-, y que no había quién hiciera un agujero que no se pudiera tapar.

Del juicio aquel, salió con bien, claro está... ¿con bien? Naaaaaa, él es un estudioso de la religión. Nunca se sale con bien de una ofensa contra Arnuya. Sus castigos son como banquetes. Pero banquetes de los espléndidos. Se preparan con muuuuucho tiempo de antelación. Como cuando plantas un arbolillo al nacer tu primer hijo: esperando ver cómo crece y crece durante años. La ejecución suele ser impecable. Siempre hay cosas esperadas, por supuesto. Como la ensalada de la casa: toooodo el mundo los conoce, lo cual sirve para alimentar apetitosos miedos; platos de fama y prestigio. Pero también hay sorpresas, partes desconocidas del banquete. Y postre, y café y puro. Por supuesto, el alterne y las copitas. Así es la diosa. Para eso es la diosa de la venganza ¿no?
En eso está. Sentado en el banco de la puerta, aspirando los últimos instantes de la tarde. Recado de escribir y concentración en medio de las fuertes emociones a que se ve abocado tantas veces.


"LISTAS DE EQUIPACIÓN DE LA NUEVA COMPAÑÍA AVENTURERA" (borrador, a presentar junto con el nuevo contrato)

Lista de equipo de Arnoldo:
Una mula.
Herraduras y herrado para la mula.
Dos barrilillos con agua para la mula y para Arnoldo durante dos semanas (esta agua debe llevar licor fuerte en una proporción de uno a treinta, o lo que se considere oportuno, consultando a Abdel, con el fin de que no se corrompa)
Un litro de licor fuerte para tratar el agua que pudiera encontrarse.
Materiales para el mantenimiento de las pieles de cuero, suficiente para un mes.
Una tienda de campaña individual (tamaño Arnoldo).
Ropa de repuesto, la ropa debe estar hecha de tal modo, que con un tirón el usuario pueda quitarsela sin que se rompa con un movimiento suave y elegante.
Un rollo se cuerda fina y fuerte de quince a treinta metros (lo que sea más cómodo para la carga en la mula).
Alimentos en conserva para un mes (lo menos pesado posible)
Provisión de yesca y virutas para el mes.
Seis litros de aceite para lámparas.
Dos lámparas.
Un par de mantas enceradas.
Pienso suficiente para alimentar a la mula durante un mes (en contenedores a propósito).
150 monedas de oro para gastos.
Un alfiler para despertarle, que tiene el sueño muy pesado (prendido de la solapa).
Un símbolo sagrado de repuesto.
Un litro de agua bendita (distribuido en diez frasquitos listos para lanzar)
Diez pociones de curación (heridas graves)

Lista de equipo de Lucrecio:
Un juego de diez hachas para lanzar mas su correspondiente soporte para lleverlas en la mula Topolina II y poder cogerlas con facilidad.
Herraduras y herrado para la mula.
Un pote de crema para la piel (ya que es albino) suficiente para un mes.
Dos barrilillos con agua para la mula y para Lucrecio durante dos semanas (esta agua debe llevar licor fuerte en una proporción de uno a treinta, o lo que se considere oportuno, consultando a Abdel, con el fin de que no se corrompa)
Un litro de licor fuerte para tratar el agua que pudiera encontrarse.
Materiales para el mantenimiento de las pieles de cuero, de las armas y las armaduras suficiente para un mes.
Una tienda de campaña individual (tamaño Lucrecio).
Ropa de repuesto, se entiende que es para un albino, o sea que incluye guantes, sombrero o capucha y botas.
Un rollo se cuerda fina y fuerte de quince a treinta metros (lo que sea más cómodo para la carga en la mula).
Dos escudos paveses de repuesto.
Un mandoble y una espada bastarda de repuesto con sus correspondientes vainas y cintos.
Alimentos en conserva para un mes (lo menos pesado posible)
Provisión de yesca y virutas para el mes.
Seis litros de aceite para lámparas.
Dos lámparas.
Un par de mantas enceradas.
Pienso suficiente para alimentar a la mula durante un mes (en contenedores a propósito).
150 monedas de oro para gastos.
Un alfiler para despertar a Horacio, que tiene el sueño muy pesado (prendido de la solapa).
Diez pociones de curar heridas graves.

Lista de equipo de Horacio:
Dos barrilillos con agua para la mula Topolina III y para Horacio durante dos semanas (esta agua debe llevar licor fuerte en una proporción de uno a treinta, o lo que se considere oportuno, consultando a Abdel, con el fin de que no se corrompa)
Un litro de licor fuerte para tratar el agua que pudiera encontrarse.
Materiales para el mantenimiento de las pieles de cuero y del arma.
Una tienda de campaña individual (tamaño Horacio).
Ropa de repuesto que incluya una pata de palo.
Aditamento para poder caminar con la pata de palo por superficies arenosas o embarradas.
Un rollo se cuerda fina y fuerte de quince a treinta metros (lo que sea más cómodo para la carga en la mula).
Dos escudos medios de repuesto.
Una maza de repuesto con su correspondientes funda y cinto.
Alimentos en conserva para un mes (lo menos pesado posible)
Provisión de yesca y virutas para el mes.
Seis litros de aceite para lámparas.
Dos lámparas.
Un par de mantas enceradas.
Pienso suficiente para alimentar a la mula durante un mes (en contenedores a propósito).
150 monedas de oro para gastos.
Una redoma de tinta extragrande y extraespesa (Horacio hace una escritura con relieve para poder leerla cómodamente después con los dedos), un estilo de material resistente (marfil o madera noble), una buena cantidad de papel pautado.
Una lupa grande con la mayor cantidad de aumento posible.
Un sombrero resistente.
Una buena cantidad de analgésico para migrañas.
Un alfiler para despertar a Lucrecio, que tiene el sueño muy pesado (prendido de la solapa).
Diez pociones de curar heridas graves.

Avieso S.L.

Puagh, que asco! - piensa Avieso mientras relee el prologo de su frustrado proyecto literario "Viaje al abismo, solo ida por favor: De la neutralidad políticamente correcta al mal más abyecto". Así no va a ser, no va a ser, no ...

Apartando a un lado con displicencia el legajo toma un trago de barniz para muebles simulando paladearlo, más bien enjuagandose la boca - Barato y eficaz, no comprendo por qué no está más extendido, mejor para mi, ley de oferta y demanda..., oferta..., demanda..., por Yurgain, ¿Cómo he podido estar tan ciego?.

Ya está, La Posada. Dinero hay, y Davieso nos debe una, no podrá negarse..., aunque habrá que llevar el asunto con discrección, con delicadeza, será un negociación complicada y esta asociación no beneficia a tu imagen precisamente, Avieso. Despacito y con calma...

Levantándose trabajosamente, camina con dignidad tambaleante apoyado en los muebles, en busca de Arnoldo.

Jefe, que digo yo de asociarse con Davieso en esto de la posada! - dice en alta voz, tratando de transmitir su entusiasmo a un Arnoldo que casi se cae de culo, ensimismado como estaba en sus pensamientos paladeando una tranquilidad que terminó bruscamente con la irrupción del jodido enano.

El rostro de Arnoldo es lívido, una vena tamaño bambú late en el cuello como inequivoca señal de inminente peligro, pero su voz suena suave, inquietantemente suave - Dígame, Estólido. Tiene tooooda mi atención... - Maldita política de Recursos Enanos, de buena gana le arrancaría esa cabeza que lleva tan cerca del suelo...

Pues...- de repente parece haber olvidado a qué venía - ah, sí, lo de la posada - se escora hacia la derecha, a punto de caer. En el último momento consigue asirse a una mesa que a punto está de derrumbarse con el embate, pero haciéndo palanca heroicamente permanece en pie - El plan puede ser ventajoso y lucrativo, lucrativo, Lucrecio, jajaja!..., a ver, inversión, no sé si me explico. El amigo Davieso parece decidido a hacer esto funcionar, y nosotros tenemos dinero, y podemos proporcionar otros servicios, veamos, seguridad, escolta, seguro de viajes, promoción de nuevas compañías de aventureros..., basta de trabajar para los demás!. Seremos una sociedad limitada, jajaja, limitada...Además, podemos apoyarle con sus problemas laborales..., con delicada contundencia.

Bueno, no hace falta que me conteste ahora, le dejo para que reflexione sobre ello con calma eh!, yo ya he puesto mi granito de arena, ahora me voy a..., sí, a estudiar - mientras habla enfoca con dificultad la mirada hacia un lugar indeterminado donde parece creer que se encuentra su interlocutor - ¿Qué haría sin mi, eh?, ¿eh?.

Se gira despacio, vuelve habilidosamente por el mismo camino amueblado por el que entró. El olor a barniz impregna la estancia.

viernes, 8 de mayo de 2009

Introductio

Los Soles del Mondo giran inconmovibles...

su curso está predeterminado por todos los Dioxes, que a veces se tirarían de los pelos... y quién sabe lo que pasaría entonces. Pero el gran acuerdo de no intervenir directamente proporciona un mínimo de dignidad material y física al orbe...
Los mandamases se ven reducidos a servirse de sus diversos lacayos y marionetas, para hacerse la puñeta entre ellos y seguir con sus eternas rencillas y cotilleos, y asi el mondo va cambiando de manos divinas en divinas manos.

Un manto de blancura cubre las montañas eternas de Takitia, durante la estación del Orden. Como es del dominio público, y anodina mención, los soles gemelos aparecen cada vez más juntos, hasta que en mitad de la estación suman su luz y aparecen como uno. En esta fase del ciclo es cuando hay día y noche, y se pueden ver las estrellas, porque no aparecen las sempiternas nieblas de la estación del caos, cálida y sin noches. Por supuesto que hay muchas nubes; vienen en grandes batallones que descargan su manto de nieve, y luego pasan, pero al menos se ve el sol y el cielo.
Parece que nada hubiera ocurrido, y todo siguiera su curso inalterado de días, noches y ciclos naturales... en esta época de quedarse en casa, vivir de las reservas y de los cuentos.
Los mayores aprovechan para hacer reparaciones de instrumentos y fabricar los nuevos para la temporada del deshielo que anunciará la entrada en la estación del Mal, en la que progresivamente crece el caos, y habrá que reanudar los viajes de pastoreo y caza... salir de las fortalezas y subir a las montañas.
Los viejos cuidan a los niños y les cuentan las historias de héroes y malvados, de la gran Takitia de antaño, cuando no eran aún unos sitiados en estas cordilleras que hoy les protegen de los mares de enemigos cercanos... demasiado cercanos.
Grel al oeste, orcos al norte, los ejércitos odiados del invasor Goremunyano al sur.... ciertamente, no hay de qué reirse en estas circunstancias.
Sólo del este llegan manos neutrales o amigas: los enanos, vecinos indiferentes excepto para mercar, ya sea en bienes o en relaciones. Los gnomos, más lejos y poco más o menos lo mismo, no se mezclan mucho con los humanos... y más lejos aún, Fangaeria, por fin tiende su mano con una sonrisa de bienvenida.

Todos dicen que los Takitios son unos bordes, brutos insensibles, pero tú también serías asi... si vivieras alli. En Takitia hay silencio... el silencio del Vigilante.

La Fortaleza

Desde el norte, desde el distrito de El Río, sube la Gran Carretera atravesando valles, cada vez más alto, hasta El Paso. La fortaleza protege un valle elevado cuya cabecera está invadida por un enorme glaciar. Ya no es posible avanzar más alto y más al sur, por lo que el camino avanza hacia adentro, y atraviesa la piedra hasta que de nuevo recibe la luz en el otro lado, ya en el distrito de Vallessur. Una fortaleza gemela guarda la entrada desde la calidez sureña, y el camino inicia el descenso, hacia las regiones centrales de un inmenso y ramificado valle en cuyo centro y parte más baja está la capital del Reino. En ese punto, donde se juntan las aguas de los distritos de Vallessur y Gran Valle, está la salida natural, en forma de una tremenda catarata de agua que salva el desnivel del terreno. Allá lejos y abajo están los llanos que una vez fueron del imperio, y ahora están invadidos por las legiones Goremunyanas. Las montañas son como una enorme muralla de dimensiones divinas, con un pequeño balcón en lo alto por donde se desagua. Allí se asoman los Sabios del Gran Consejo del Reino, rumiando nostálgicas venganzas.

Las cosas están, pues, como siempre en apariencia. Pero no es asi, no es asi.
Davieso reflexiona en los últimos tiempos, antes de la entrada del Orden, con sus fríos y claros. Jonid estuvo a punto de ser conquistada, por un mal corruptor, desde dentro. Ahora la banda de Taner y la Araña estaban escondidos en algún lugar de las montañas hacia el Paso. El camino está ahora cerrado por la nieve y el frío, y los valles son el dominio de gigantes, pero el frío pasará... , y el gran deshielo pasará... , y volverá a verse la hierba... , y entonces algo ocurrirá... , algo... , que no se puede permitir sin vigilancia.

“Ya se verá, pero hasta entonces..., a ver si soy capaz de hacer este tugurio que llaman posada algo minimamente decente... ¡voy a enseñarle a ese pelanas de barman un par de cositas!”.

sábado, 2 de mayo de 2009

Epilogo del epilogo

¡No vaaaleee! Demasiado resumido. Brrrrr. Un montón de cosas en el tintero. Claro que son de esas cosas inútiles, sin sentido. Con un valor meramente estético.
Como, por ejemplo, el bofetón:

Un bofetón ¿Un bofetón? Un bofetón.

bofetón

  1. m. Bofetada fuerte.
  2. Tramoya giratoria para hacer aparecer o desaparecer personajes u objetos del escenario.
  3. amer. Hoja de papel que cubre los cigarros en las cajas de habanos.
El caso es el siguiente. Nuestros compañeros, compungidos, amilanados y llenos de vergüenza acababan de pulirse en educación y birras la mayor parte del botín de la aventura. Jonid estaba limpio, de momento. Pasó el circo de ver a toooooda la guardia de la grulla paseandose por las alcantarillas. Je, je, lo que pudiera haber supuesto un descrédito para nuestros queridos amigüitos (si, amigüitos, ¿qué pasa?) se convirtió de repente en una causa común de ennoblecimiento y gallardía: salir tooodas las noches oliendo a mierda de las tripas de Jonid ¡Otro punto a su favooor! Los que antes se reían francamente de Arnoldo y sus secuaces tuvieron que meter sus culos en la puré día si y día también: jaaaajajajajajjaajajajajajajjaaaaaaaaaaaaaaaaajaja. De ahí llegó a nacer una expresión probervial: "más cagado que una grulla" cuyo significado se fué perdiendo tras siglos de repetición y repetición por parte de las llanas lenguas de Takitia.
Todas las mañanas, desayuno en la explanada. Arnoldo, Estólido, Rotunda, Lucrecio, Abdel y Horacio se entretenían en ver filas de guardias inmaculados entrando por alguno de los agujeros. Todas las tardes, a la fresca del sol menor, merendaban unos deliciosos jugos de cardo con tapa de rana gigante de las vegas, especialidad de Jonid, viendo salir formas negruzcas en las cuales brillaban ojos inyectados en sangre y dientes de más o de menos, según el caso. Bonita época.
El caso es que el deber es el deber y un juramento por los dioses no es cosa de tomarse a broma. Recordemos que se habían comprometido con la sacerdotisa de Arnuya a entregar un mensaje a los Grel, allá en su tierra. Así que, antes de partir en busca de Davieso el Gnomo, para rendir cuentas de sus andanzas, nuestros redimidos compañeros fueron a ver a la susodicha al templo de todos los dioses. Tal cual, con su recién estrenada nueva moralidad, la antigua, si, pero nuevecita y reluciente, se plantaron delante de la pava. Bien, un juramento es sagrado. El caso es que la tia va y dice con gesto de desprecio:
-¿Que? ¿Cómo os atrevéis a venir aqui?
-Señora, ahhh, hicimos un, eeh, juramento, venimos a cumplirlo.
-¡Marchaos inmediatamente, sacos de mierda, no sois dignos!

Silencio. Gesto de robot por parte de Arnoldo. Sucesión de hechos inesperados a una velocidad vertiginosa: veamos cooomo la mano del jefe viaja rauda y veloz por las aéreas comarcas. Zuuum. Fallo. Otra vez. Zuuum. Otro fallo. La señora está tan sorprendida de lo que pasa que no acierta sino a esquivar con sus impulsos más atávicos e inconscientes. Otra vez. A la tercera va la vencida, señores. ¿Esquiva? ¡Qué vaaaa! Acaso acompaña el soberbio bofetón que reverbera por todas las dependencias del templo.

Bien, los resultados inmediatos deberían imaginarse. Elementos del guión jolines. Cosa de la tensión dramática y eso. No me digais que no lo estais viendo. Veeeengaaa. Bueno, yo lo largo y ya está.

La tipa se tambalea. Sus ojos como carbones arden encendidos de ira. Se ha quedado muda. Lucrecio ha adoptado una pose casual. La mano en el pomo de la espada (que está a su espalda, jeje) Gesto de inefable dulzura. El caso es que la chica se yergue, orgullosa sobre sus tacones de fantasía infernal, última moda. Sólo acierta a decir unas pocas palabras antes de salir zumbando todo lo rápido que le permite su dignidad:
-Me vengaré, ya lo creo que me vengaré.

¿Qué? ¿Quedaban cosas por contar o no, señor Epílogos? Pues ahora el jefe está en la carcel del templo. Salió, si, pero eso lo colgaremos en el........

¡Epílogo del epílogo del epílogooooo!

miércoles, 29 de abril de 2009

EPÍLOGO

Lo pasado, pasado. Lo hecho no tenía ya remedio... mejor mirar hacia delante. Los días en las cloacas bajo el dominio de Taner y la Araña habían terminado.
Por una parte daban ganas de salir corriendo sin mirar atrás, pero por otra lo sucedido clamaba venganza. ¡Venganza retorcida y sangrienta!.
La acción de la milicia fue rápida y expeditiva, y la limpieza de las cloacas fue realizada por un contingente de tropas voluntarias, al mando del señor Comisario de Jonid. Se hizo un arreglo con la Escuela de Luchadores, y participaron un grupo de estudiantes de último año que pudieron así hacer las prácticas.
Como era normal, no había allí nadie con una pinta de normalidad que pudiera ser considerada como tal. Pero hicieron su trabajo, bajo la atenta supervisión de un maestro, como era habitual. Siempre había alguno, pero no se destacaba de los estudiantes y no era posible distinguirlo del resto.
La cuestión era que el muy hijode- tenía una via de escape bajo los túneles de la ciudad. Unos más antiguos, excavados en la roca dura del subsuelo, y de origen incierto, probablemente orco, pasaban por debajo del río, comunicando de hecho las dos orillas del Grulla Infinita. La panda de desharrapados de Taner huyó hacia el sur, tomando La Gran Carretera un trecho. Luego, ante la cercanía de la primera de las Fortalezas que jalonaban la principal vía de acceso al reino, salieron a las estepas de tundra y los páramos se los tragaron. No eran rival para las reducidas pero bien disciplinadas y pertrechadas guarniciones de una de las Fortalezas que hacían las veces de poblaciones en el camino hacia la capital. Ballestazos en ráfaga, seguidos de cargas de maceros takitianos que actuaban en total coordinación, y eran como una trituradora de carne. Mejor evitar el enfrentamiento directo... ya habría tiempo. Ahora era el momento de esconderse y crecer... crecer como una pústula que madura, y en el tiempo de su sazón, revienta, esparciendo su carga de pus en todas direcciones, como una inevitable avalancha.
Davieso el Gnomo opinaba que ahí el señor Comisario había errado y, teniéndolos a relativo alcance, había juzgado su amenaza pequeña. Los había dejado ir, con el rastro visible, argumentando el ahorro de vidas, la cercanía del Orden y sus fríos hielos, y la duda sobre su supervivencia. Se dispersarían, declaró, y el frío de la estación que se avecinaba acabaría con ellos. Además, pronto de cortarían los accesos por la nieve y el hielo, y aunque pasaran el Orden, no podrían estar muy lejos. Bastaría pues dar una batida no bien hubiera pasado el gran deshielo y acabar con lo que hubiera quedado...
… “eso es dejar la faena a medio hacer”, dijo el gnomo, “y no creo que traiga nada bueno. Es fomentar las sorpresas y los imprevistos. Pero mandaba él.”
La Nueva Compañía Aventurera había regresado a la Posada del Desierto para buscar a Davieso, pero el imponente caserón estaba desierto y cerrado a cal y canto. Tuvieron que esperar largos días, sin saber muy bien qué hacer, pero un día apareció el propietario del vetusto local como si nada, y les invitó a unas cañitas mientras abría, que hay que aprovechar y el buen nombre forjado en años se pierde en un día...
Pero una buena mesa en el reservado de la posada cargada de viandas y brebajes de alta graduación restablecen la confianza del más resabiado... y bien, después de no sé que turbios asuntos de ajustes de … er, presupuestos, y cosas asi, se llegó a un nuevo acuerdo de compañía aventurera.
Los compañeros, con muy poco tacto pero gran determinación, insistieron en precisos detalles monetarios, y tras no pocas dificultades, llegaron a un acuerdo satisfactorio para las partes.
El caso es que se acordó no dejar enfriar el asunto Taner, y aprovechar el parón estacional para crear una expedición verdaderamente bien pertrechada. Lo primero era avisar a las autoridades competentes de dicho proyecto, cosa que prontamente se hizo. Luego...
Pero la realidad era que tenían una misión que cumplir con el Templo de Nudor de la Fortaleza Frandor, en Fangaeria, y tardar demasiado era arriesgarse a las iras y las tasas de los sacerdotes... cosa a tener en cuenta.

El asunto Taner...
… según Davieso, había seguido al grupo, y había podido observar a un loco ególatra lleno de poder; era raro, aunque no sabía por qué. Una sensación, tal vez. Daba la impresión de manejar todo ese poder de manera inexperta, como el que se ve de pronto imbuido con la magia sin estar preparado por años de estudio y práctica.
La araña era formidable, y en general creyó que era un grupo muy peligroso. Aparte de su poder en bruto, estaba esa contagiosa “posesión”, que multiplicaba su inquietante peligrosidad. Davieso lo tenía claro: de no poner freno ahora, y si el tiempo daban estabilidad y experiencia a Taner.... podía suponer una amenaza al reino entero... quién sabe si más.

Ir a Fangaeria o adentrarse en el ignoto reino de Takitia... la Akatania de los mapas...

El Fin

Los restos de la batalla están esparcidos aquí y alla, entre los arribes del camino y los cercanos cañaverales... y los compañeros los contemplan todavía conmocionados por lo sucedido.
Al cabo los dioses, sin duda enojados por los continuos sacrilegios y blasfemias perpetrados al orden natural de las cosas, dejaron sentir su voluntad y su ira. Tortazo de Nudor.

Las cosas sin duda van mal, pero lo que los gobernantes ineptos hacen y deshacen, los dioses lo dejan al juicio de los ciudadanos y de la historia. ¿Qué les importa que los orcos estén cada día más sueltos por la frontera? ¿que los gnomos se peguen unos fiestorros padre por las ganancias obtenidas de tratos comerciales escandalosos? ¿tanto vale la sacrosanta neutralidad como para poner el culo de esa manera?. Y los enanos se llevan lo mejorcito de la juventud a sus universidades, en una incesante fuga de cerebros... ¿pero dónde iremos a parar?. Nada de esto sin embargo perturba el orden de las cosas: todo es como siempre fue y como siempre será... beatífica contemplación.

El insigne Arnoldo alzó su voz a los cielos, en fervoroso clamor, y el Padre Nudor pegó la hebra, graciosamente condescendió y descansó su mirada un momento en la pequeña (aunque trágica) escena. Aquello fue suficiente, como para transformar la voz del clérigo en Divina Amonestación.
Anonadados por la enormidad de sus actos y sus consecuencias, sumidos por un momento en la contricción y, dicho en plata, con el rabo entre las piernas, los cachazudos orcos de pezuña hendida que momentos antes se relamían con la anticipación del banquete y la rapiña, dieron la vuelta y, avergonzados, regresaron por donde habían venido, consolándose mutuamente como podían.
Los compañeros oyeron el sonido de la Verdad vociferada, y recordaron quiénes eran, con sorpresa (y, por qué no decirlo, cierta pena por el fin de la fiesta).

Pero nada es más valioso que recuperar el propio yo, sobre todo para Rotundita, dolorida ella, al igual, por supuesto, que sus arrepentidos compañeros. En fin, sea como fuere, su autoestima subió en gran medida, y pudieron mirar a los últimos acontecimientos con ecuanimidad.

La emboscada al salir de la ciudad, fue desastrosa. Todavía estaban recuperando la normalidad después de superar la maldición de la espada, y avanzaban en la tranquila y joven noche, disfrutando del aire fresco de la orilla del Grulla al pie de las murallas (que no, que las cloacas estaban un poquito más allá, leñe, y además el viento se llevaba los efluvios hacia el puerto ¡cojona!) cuando unos pocos quince (o más ) orcos de pezuña hendida salieron a su encuentro. Como su nombre indica, son orcos de una raza que tiene ¡pezuñas en lugar de pies! ¡y las pezuñas están hendidas!.
Además tienen muy mala leche, y brazos como jamones. En un momento, Lucrecio y Rotunda, haciendo honor a su condición de pegahostias del grupo, y secundados de cerca por Estolido, se fajaron con los muchachos y empezaron a medirse las costillas.
¡Pim, pam, pumba, cras! Alli no había color, y en seguida se vio que ganaban los de siempre. Las miradas de confianza se cruzaban entre los sonrientes guerreros, que se enseñaban los colmillos en silenciosa felicitación, y rugían sus carcajadas animándose a terminar rápido y poder empezar la juerga.
Lamentablemente, el calvorota ese bocazas tuvo que ponerse a gritar llamando a su papá... en fin, otra vez sería.

domingo, 5 de abril de 2009

¡Venganzaaaaaa!

-¿Y qué quiere esta?
-Que nos metamos en pleno territorio de los elfos Grel, a llevar una mierda de mensaje.
-¿Un mensaje?, ¿un mensaje a los Grel?
Los elfos Grel, o elfos Grunge, son una batulea de tipos de lo más desagradable. Famosos en todo el mondo por sus terribles correrías en territorios escogidos al azar. Amantes de la violencia, íntimamente ligados a los bosques, se deslizan sin ser vistos no oídos por las comarcas más inesperadas para rebozarse en increíbles orgías de violencia. Estólido abre una boca como un buzón mientras hace un aparte con Lucrecio, que oye una hormiga arrastrándose a no menos de cien segmentos. Lo que hace su vida de ciego ciertamente entretenida, ya que, por ejemplo, puede enterarse de cada palabra de las que pronuncian Arnoldo y una tiparraca vestida de modo estravagante: la sacerdotisa de la diosa de la venganza y patrona de los Grel, Arnuya.
Con la señorita Rotunda cargada a hombros, Lucrecio dormita en pie. El señor Abdel se ha disculpado de la negociación, para ir a torrarse en la plaza, a la luz de los soles combinados.
Por fin, se hace el silencio. El dinero cambia de manos. La sacerdotisa adopta una pose regia. Su rostro pálido adquiere una quietud de roca y su piel se transparenta por un momento, dando bastante asquito. Pero así son las cosas. Cuando se requiere la ayuda de los dioses no ocurre nada que no vaya acompañado de un cierto aroma teatral. Ellos son así, para eso son dioses. No pueden hacer las cosas que se les piden y punto. El caso es que dura poco, y no desagrada del todo a los presentes, ya que están imbuidos del espíritu de la cosa. Acaban de vengarse ¿No?
Un estertor sacude a Rotunda Tundra. Unos ojos como platos. Los vellos como escarpias, efecto del aura mágica que le ha pegao un repaso de arriba a abajo, o quizá efecto del estupor al darse cuenta de que ha arrastrado una estúpida espada de colorines y oropel, que no servía de nada, por segmentos y más segmentos de territorios salvajes.
El estertor, hace que Lucrecio, distraído, deje caer a la semielfa. El guarrazo contra el suelo suena como si fuera un saco de patatas. En tanto se pierden los ecos del ruido en los sótanos del mal, tamplo de todos los dioses, Rotunda levanta la cabeza.
-¡¿Por qué no me lo habíais dicho antes?! ¿eh? ¡Asquerosos! ¡Repugnantes! ¡Violadores!-. Dice por fin en un arranque de lucidez, abriendo más los ojos todavía más. El efecto de un conjuro divino SIEMPRE va un poco más allá. Y hablamos de la diosa de la venganza.
-Me vengaré-. Susurra por lo bajini. -Ya lo creo que me vengaré.

sábado, 14 de marzo de 2009

¡Quiero mi espada!

Ni se ha dado cuenta del dolorcillo en las partes bajas. Lucrecio mira con expresión de verdadero odio a la rezongona -"quieromiesPADAAA"- semielfa. Camina raro, pero no parece notar la escocedura.
El templo-esfera de todos los dioses parece observar ominoso a los antihéroes para devorarlos, sin mudar el gesto huraño. Deglutidos y mandados a los intestinos del mal, en las partes bajas de la magnífica construcción, adoptan una postura aparentemente protectora alrededor de una Rotunda cada vez más histérica.
-Este señor te dará tu, ammh, espada.
-Vamoz Rot-. La anima Abdel con una palmadita en el trasero.
Pero el tipo, calvo y bajito, con pocas luces, está claro, inicia los preparativos para la cura sin decir esta boca es mía. Qué locura, a una aventurera ruda y avezada. Sin pestañear, como algo natural, se dispone a masacrar al tipo, también sin mediar palabra.
De nuevo el baile. Avanza la daga mortal en manos de Rotunda hacia el cuello del pobre desgraciado. Tres segmentos, uno, medio, toca la piel y comienza el sangriento desgarro cuandoo...
"Raaaca, tunda, tuuunda, raaaca": Lucre es el más rápido. Bofetón y tentetieso y ya está la pobre por los suelos de nuevo. El señor cura de Francor Dieus lanza el hechizo sobre ella...

Suena un pedillo.

Y luego nada.

sábado, 28 de febrero de 2009

Malos y remalos

Pero qué malos, malos, malos y requetemalos. Con total impunidad, dejan a Estólido Avieso atado junto con Rotunda -se quedó dormidito el pobre, encima de la faena de violación, y los han atado juntos, para ganar tiempo-. Pero todos están espectantes por ver cómo quedará el enano lujurioso cuando despierte la semielfa, y Abdel viéndolo todo. Ya están de vuelta, satisfechos y encantados cuando el sol mayor se planta en todo lo alto de la bóveda celeste.
-Jaaaaajajajajaaa, ocho mil cucas de oro, jaaaajajaa ¿cuánto nos había estafado el imbécil? ¿trescientas?
-Ahh, mmmmh, si, algo así. De esta manera servirá de ejemplo, que ya me he encargado de que se sepa por todo Jonid.
La última tarea del día, encontrar una cura para Rotunda. Después de intentar hablar con los sacerdotes de Luvia el Ciego y de Nudor el Bueno y no conseguir nada -extraños efluvios de maldad incomprensibles los han espantado- desembocaron en los sótanos del mal del templo de todos los dioses. Francor Dieus, dios del mal relacionado con las fuerzas telúricas, ha llegado a un acuerdo con nuestros más queridos villanos: un pastón en oro y el compromiso de bajar mil segmentos bajo tierra a cambio del intento de extirpar el mal de Rotunda Tundra.
-Bueno, siempre podemos visitar a los enanos en el país de Avieso, no nos han dicho dónde ir, ni que la superficie encima nuestro no pueda ser la cima de una montaña ¿no? Podemos cumplir con esta condición de mierda tomandonos unas birras al fresco.
Por cierto, ¿qué habrá sido de él?
Y ahi están, un lío de cuerdas en las que estaban atados los dos. Formando un incómodo sesenta y nueve, llenos de arañazos y mataduras, cansados ya del forcejeo. Abdel, cuidadosamente, remata los nudos de vez en cuando, disfrutando al máximo con la taréa, no vaya a ser que se desaten.
-Aaaah, mmmh. Bien, desátelos ya, tenemos trabajo.
-Quiero mi espada.
-A zuz órdenez jefe-. El dromedauro comienza con mucha precaución.
-Mmmmh, señorita Rotunda, no intente nada raro.
-Quiero mi ESPADA.
-¿Cómooo?
-¡MI ESPADAAAAA!
-Su, aaah, mmmh, espada ¿eh?
-Quieromiespadaquieromiespadaquiero hhhhh miespadaquieromiespadaquieromi hhhhhhh espadaquierOOOO MI ESPADAAAAAAAA!!!!
-Pues pórtese bien y síganos. Tranquilita y formal ¿mmmmh? Tendrá cumplidaaa satisfacióooon a suuuus requerimientos ¿mmmh?

domingo, 8 de febrero de 2009

¿Traición?

-¡A pegarnos la gran siesta!
-¿Pero no nos íbamos de putaaas?
-No, Rotundita, querida. Mmmmh, ah, sale el sol mayor, ¿ve usted?
Pisando cañaverales, barro arenoso y olorosas manchas de musgos y plantas exóticas, discuten a la vista de la ciudad. Al borde del río se detienen. En ese momento comienzan a cambiar los tonos de las cosas. El verde se torna pardo, algunas flores delicadas se cierran y otras, carnosas y correosas, se abren. Una multitud de seres se esconden y otros aparecen. La mutación del paisaje, color, aromas, sonido, es como un estremecimiento general, lento pero seguro. Sin prisa pero sin pausa. Otro universo, otra vida en cada poro del mondo cuando sale el Sol Mayor, con todo su poder.
Las únicas indiferentes: las grullas gigantes. Produce una falsa impresión de distancia verlas en el filo de la garganta. Tan grandes son, que acercan el sitio donde se encuentran haciéndolo engañosamente inmediato. Sólo al ojo avizor se le muestra la verdad. Los puntos diminutos que circundan sus cabezas elegantes son cornejas carroñeras (se oyen sus graznidos muuuy lejanos), bastante grandes de por si, que limpian a las grullas sagradas de sus enormes colonias de piojos tamaño extra.
Todo esto ve Rotunda. Quizá echando de menos su pasada comunión con la naturaleza. No perdido el ojo, si el sentimiento.
A una señal de Arnoldo, Lucrecio propina un empujón tremendo a la exploradora semielfa. Ahi es Troya: uñas, dientes, pies. Recurriendo a recursos inesperados, Rotunda lucha. Ha caído boca abajo, lo que impide que grite alertando a la ciudadanía que echa la siesta en la cercana Jonid. Estólido se ha cogido de su cuello de manera definitiva, como un cepo. Horacio inmoviliza, como puede, una de sus piernas. Arnoldo se está volviendo "invisible" a base de ponerse en bolas y en evidencia. Lucrecio, pensando que es pierna Rotundril, hace una llave a Estólido con furia implacable. Abdel hace lo que puede. La semielfa ha logrado desenfundar una daga y taja el aire a ciegas. Tan a ciegas que casi se corta las venas. Arnoldo, desnudo (y visible) como un gusano, se sienta en su cabeza. La situación se mantiene en una lucha sucia y carroñosa hasta que la pobre Rot deja de luchar. Está inconsciente.
-¿Quien ez el, mmmmmah, primero?, baaaaah.
-¡Yo!
-¡No, yo!
-¡Yo el último!
-Ammm, apartense piltrafas. Yo probaré, al fin y al cabo la idea ha sido mía, ¿verdad Horacio? ¿mmmmmhh?
-Si, jefe, si, desde luego.
Y entonces la violan en grupo. Justo precio por el favor que están a punto de hacerle, a decir del jefe.
-Coged la espada con cuidado. ¡Sin tocarla! Que como tengamos dos malditos en el grupo nos vamos a cagar en serio-. Horacio va desarroyando la idea genial. -Se la vendemos a ese imbécil de comerciante lameculos y engañador y chantajista y todo eso. Jus, jus, como la tendrá que sostener para tasarla -digo yo, vamos- quedará maldito, la deseará con toda su alma. ¡Y le vamos a sacar un pastón de la leche!.
-Si, queridos, ammmh, sencillo, elegante. Nos vengamos del tipo, ¿mmmh?, nos deshacemos de la espada de las narices y aaah, acabamos con la maldición de la señorita Rotunda-. Se termina de subir la bragueta mientras habla. -¡Andando!

domingo, 1 de febrero de 2009

La parada de los monstruos

-Os condeno, Rotunda, a, mmmh, cién latigazos por no haberme traído las mulas. Y ademas no me ha dejado hacer la siesta... Pero graciosamente conmutaré la condena por una multa.
-Pero si te he calentado la cama...
-Nada, cincuenta piezas de oro.
-Joder!!!! Cincuentaaa!!!!!
-Si no tiene que me firme un pagaré
-¡Treinta!
-Mmmmh, aaahh, no
-¿Cuarenta?
-Cincuenta, ¿mmmmh?
-¿Es negociable? curioso, curioso-. Ha terminado de decir Estólido en los iracundos recuerdos de Arnoldo Paje. Entonces todavía no estaba tán cabreado. Todavía no se le ha escapado un pedillo fino al hablar con el rapaz mugriento. Tan mugriento que ni siquiera ha sido posible llegar a un acuerdo con él.
Con la sospecha de haber sido engañado camina cauto a la torre de la bruma. Se para un momento. Mira a la sombra semiogra que le acompaña en forma de Lucrecio. Parece cambiado a sus ojos, más ogro, más machote. Le sientan bién la mueca y los colmillos. Hacen juego, no como antes. Además, para lo que está pensando del maldito comerciante, va muy bien. ¡Pues no les ha amenazado veladamente! ¡E intentó engañarlos! Entrecierra los ojillos en una mueca siniestra.
La avenida central esta bien empedrada, y ve los edificios tipicos de jonid, curvilíneos. Son, para su sorpresa, de planta redonda. Con puentecitos redondos entre casa y casa.
Recuerda la pinta de lameculos que tenía el vendedor enano (humano, pero bajito y calvo). Seguro que el otro era más honrado, imágenes de torturas sin nombre cruzan por su perturbada mente. Entre tanto, Rotunda ha desviado la marcha de todos a una tienda rara y olorosa. Distraido, Arnoldo entra con ellos. Lucrecio monta guardia en la puerta. Hierbas para el dolor de cabeza, o algo así. Entre la neblina roja de la ira, pasan fragmentos de palabras.
-Pues si es tán caro identificar los tarros que tenían los tipos esos, que se las meta por donde quepa la señora marquesa. Seguro que Lucrecio puede probarlas con la puntita de la lengua-. Horacio el Descalabrado habla con tono desdeñoso hacia los compañeros y la vendedora. Siendo fea parece una belleza al lado de los monstruos que se le han colado en la tienda. -Humm-. Gruñe. Guarda un impávido silencio lleno de callos y durezas de mil regateos, no se mueve un ápice.
Lucrecio asoma la cabeza por la puerta y dice que se niega. Decidido. En un rincón de la muralla se ponen a probar de varios tarros en hilera.
Los mejunjes, de varios tipos y colores -uno de ellos tiene el aspecto y el olor de la pura mierda- parecen tónicos y venenos para curar y matar. Típico de los ladrones.
Unas pociones de aceleración que se queda el ínclito jefe (y no dice ser un nenaza, ¡ja!) y poco más.
Las joyas después en la tienda del Gnomo rechupao y arrugadillo. Un tipo amable. Y ya pueden irse de putas. O por lo menos eso piensan todos. Pero una y otra vez los retrasa Arnoldo Paje con diversas cosas.
-Emmm, aah, habrá que ir a pagar los impuestos, mis malvados adláteres. Oh, compañeros libertinos pero no libres, si. El quince por ciento de las ventas-. El mosqueo, que no se ve más que en la mueca robótica que exhibe, va en aumento.
Un aroma de feromonas del cabreo llega a Horacio. Sus sensibles narices de ogro ciego, a pesar de los mocos típicos de la raza, lo alerta de que se encuentran en peligro de muerte. Quizá el jefe les ordene un ataque suicida a no se sabe bien que imposible desafío. O participar en un concurso de tartas caseras. ¡No puede ser! En nanosegundos, se disparan ciertos impulsos electromagicosimbólicos que generan un delicado esfuerzo de ciertos grupos neuronales en su pequeño cerebelo. Como fenómeno que es de la destartalada naturaleza del Mondo, suscitado por la brecha que ostenta en el cráneo, por la bendición de los dioses y por un glope de la infancia, piensa y repiensa mientras se dirigen al lupanar. ¡Bingo!, ¡si!, ¡yastá!:
-Jefe, jefe, tengo una idea-. Pero no parece un espárrago calvo, vestido con levita negra y gafas -aunque si que es feo-, no, él es el ínclito Horacio de mente praeclara. -Cuchi, cuchi cuchi-. Bisbisea en los oidos limpios de cerumen de Arnoldo.
Una idea maligna, una idea típica de un genio del mal, una idea que les llevará a librarse de ciertos fluidos, de una espada y de una maldición. Y que les llenará de pasta y de venganzaaaa ¡huhuhuhahaha, waaaahahahaha, WAAAHAHAHAHAHAHAAAAA!!!

viernes, 16 de enero de 2009

Las Calles de Jonid son oscuras III

Él se pirraba por las armas, y parecía que los extranjeros le ofrecían una como pago por recorrer las calles y hacer un recado o dos. Se encaprichó por una de las dagas, pero parecía que podía incluir... ¡nada menos que una espada! ¡Y parecía que llevaban varios tesoros!

Seguramente podría sacar algo más, y juntando toda su osadía añadió:
-¡Y diez monedas de oro!.- Cantidad que superaba generosamente el monto total de su pecunio.

La cosa se complicaba por momentos, porque la tía buena semielfa esa era la dueña de la espada bonita, y se negaba con vehemencia a incluirla en el trato. Los cruces verbales continuaron, parecía que se habían olvidado de su presencia incluso, y de pronto lo que era una perspectiva de negocio se vió asaltada por las dudas... algo le dijo que alli no había solamente el propósito casual de vender los bienes, tal como el enano le había dicho. Se decidió: mejor pobre vivo que rico muerto... ¡gran verdad, amigo!, sobre todo en la vida callejera, y desapareció en un pispás, visto y no visto, a todo lo que daban sus jóvenes piernas.

Y hete aqui que ha comenzado la exploración de esta ciudad que dará que hablar... por delante esperan momentos de gran tensión y lucha... los maleantes y ladrones que ya cruzaron armas con la Compañía, los soldados que esperan un informe de lo sucedido... y quién sabe que más eventos memorables se gestarán.

Ahora bajan la calle hacia la Torre de la Bruma, tras una menos que brillante transacción que aún y todo, brindó la suculenta suma de cuatrocientas monedas de oro por la mayoría de objetos que traían. Lo más delicado será mercar unas gemas y varias pociones, que precisan de un establecimiento especializado: un armero gnomo especializado y un herbolario...

... ya están en el barrio de la Torre de la Bruma, y cuando queden resueltos estos detalles...

...ya llegarán momentos más estresantes.

Las Calles de Jonid son Oscuras II

Surgieron al amanecer, emergidos de la penumbra, heraldos del anochecer...
era el comienzo de la invasión de Jonid, aunque nadie se diera cuenta. Sin prisa, se mivían como uno más de la algarabía de gentes que hacían de aquel lugar su diario devenir. Como recién nacidos, gustaban de cada momento como acabado de estrenar... y en cierto sentida asi era, porque ellos no eran ya los que eran. Una luz de maldad habitaba en sus ojos. Como un color que se filtra con venas, y progresivamente se extienden, la ciudad se iba haciendo negra.
La gente reaccionaba de maneras bien diferentes, pero había alli una comunicación silenciosa, e inadvertida casi siempre para el propio indivíduo...
Su deriva los llevó hacia el centro de la ciudad, con el fín de ralizar unas mercaderías y trocar los tesoros ganados con sangre por contantes monedas. Las calles eran irregulares, las casas de curvas paredes y tejados cónicos, orgánica fisionomía de la ciudad muerta...
... aquel mozalbete de la calle era como carne para trolls, manjar de goblins... lo sabían todos los vecinos, y los maestros, era la desesperación de sus padres...
... -Dame algo.- Se acercaba asi instintivamente a lo que de algún modo percibía afín.
Estolido Avieso, el novel mago de batalla dominado por la maldad, parlamentaba con aquel joven sujeto, y no acababa de hacerse con él; ya llevaban varios intercambios verbales pero no se decidía ninguna de las dos partes a cerrar un acuerdo económico.
Aquel era un muchachito imponente, sucio y desgarbado, ya en la edad de empezar a echar pelusa en las morreras, de porte decidido y retador. En los ojos asomaba la luz apagada de quien ha sufrido, y ha hecho sufrir en demasía. Sus movimientos eran contenidos pero con una violencia latente y tensa, había fijado los ojillos con codicia en las afiladas hojas que portaban los compañeros.

domingo, 11 de enero de 2009

Las Calles de Jonid son oscuras

Después de tanto tiempo, la luz de nuevo hiere vuestros ojos... y nadie lo celebra más que el dromedauro, y la semielfa, que respiran como si hiciera años que no lo hacían. Y, por supuesto, también las mulas.
Es el atardecer, y el camino del puerto está bastante transitado por viajeros y comerciantes que apuran la jornada. El abigarrado y delicioso olor de los puestos de comida os asalta desde uno y otro lado... pues los quiosquillos abundan tanto en la explanada de la puerta como en el puerto fluvial. Hace frío y ha caído una ligera nevada, preludio del invierno que viene.
En plena Estación del Bien, los soles se aprecian cada vez más próximos, y en cada ciclo diario se alarga la noche.... es la estación de las historias alrededor de los hogares tras las faenas de la recolección y almacenaje de las provisiones y suministros para el frío que llega.
Pronto ya, los soles serán como uno, en la Estación del Orden, y la duración de la noche será máxima, igual a la del día. Tiempo de nieves y ciclos regulares, de sucesivas tormentas de nieve y claras noches heladoras, y caminos cerrados.
Pero también de los nacimientos, natural consecuencia del Celo de la Primavera, meses atrás en la Estación del Mal, cuando, al contrario que ahora, la progresiva duración del fotoperiodo fundió los hielos con violencia y trajo la luz continua del verano, en la estación del Caos, cuando llega a no haber noche en absoluto, y cuando las nieblas ocultan los Soles durante días y días.
Ahora sin embargo, allá lejos, en el sur, las montañas quedarán selladas por las nieves... pero eso aún no ha llegado. Aún estamos en la Estación del Bien, tránsito anual entre el Caos y el Orden, y aún quedan dulces noches y largos días por delante.
Extraño contraste entre los acontecimientos actuales, que amenazan con perturbar seriamente la hasta ahora apacible vida Jonidiana, atrayendo a la Oscuridad, y las radiantes apariencias.
Ajenos a todo, los ciudadanos y ciudadanas se apresuran hacia sus casas, o la Taberna, y las calles están animadas con el bullir de la gente.
Os encamináis decididamente hacia la ciudad.


El Sueño de Rot.
En mitad de la noche, Rotunda Tundra no puede descansar, aunque está dormida. Noche tras noche, ocurre. Ella escapa de un enemigo despiadado y aterrador, que le da caza. Unas veces escapa por los corredores de un castillo... otras veces por un bosque oscuro y pantanoso, lleno de cieno viscoso que se pega a sus botas, impidiéndole correr... y entonces suena cada vez más cercano el avance del monstruo, pues de eso se trata, a través de la maleza, o de las tenebrosas estancias.... o lo que sea que sirve de escenario para la misma representación... y siempre se despierta sin saber quién o qué la acosa.
Durante el día la cosa no mejora, y siempre se siente incómoda e irritable. De todos los compañeros, es la que peor se ha tomado el cambio de bando, aunque ella no lo sabe. Siente que algo no está en orden, aunque no tiene la menor idea de qué es.
Pero es importante.
Seguro.
Algo transcendental se le escapa, algo de lo que puede depender la mismísima vida de todos (de ella sobre todo, egoistamente, en su estado actual)... se maldice por su obtusa cabeza, pero nada.
Instintivamente, no dice nada a nadie, segura de que la ignorarían o se burlarían de algo tan etéreo como sus elucubraciones, pero está decidida a hacer algo, y averiguar qué es lo que pasa. Permanecerá vigilante y avizor, presta para defender a su señor... el poderoso amo que ahora tiene.

Agotamiento

Estaba agotada, hacia tiempo que no dormía y descansaba de verdad, y sentía como se le cerraban los ojos de pie, también estaba herida y tenia extraños cortes en los brazos, eran poco profundos, no sangraban, apenas eran heridas, pero le escocían y dolían, y lo peor de todo era que no lograba acordarse de cómo se los había hecho…
Mientras caminaba hacia la salida de las cloacas, Rotunda se despisto y dio un rodeo grande, iba despistada, no estaba concentrada en lo que hacia , se sentía extraña, y no podía encontrar el motivo que la mantenía despistada, esta vez no podía echar la culpa a las pesadillas que solía tener con su madre como protagonista, hacia tiempo que ni pensaba en ella, mientras pensaba esto un pensamiento de vacio, de caída al vacio se apodero de ella, mas concretamente de ser empujada a un abismo negro, sin fondo , acto seguido se vio hundida en un charco de color y olor sospechosos. Tras maldecir sonora y copiosamente su suerte, sacudirse la mierda y volver a maldecir vio al fondo del túnel la luz de la mañana.
No es que la costara hacer entrar a las mulas en las cloacas como le había indicado su líder, es que fue incapaz de hacerlo. Las mulas no solo se resistían a entrar, es que incluso se mostraban nerviosas cuando intentaba acercarse a su cabeza y hablarlas con amistosa confianza, se retiraban e incluso se encabritaban cuando tiraba de las riendas… Intento incluso el viejo truco de la zanahoria atada a un palo, a modo de caña, tal y como había visto de pequeña en alguna ilustración de los cuentos que contaban los bardos…
La hora de la siesta del jefe se acercaba, y dándose por vencida con las mulas, decidió que a lo mejor si le calentaba la cama al jefe, se libraría del castigo prometido, pero antes de acudir a su “cita” en la cama del jefe decidió lavarse un poco, ella no lo notaba, pero sospechaba que el charco ese en el que cayo no debía de haber dejado buen olor en su cuerpo, así que con armadura y todo se sumergió en el agua, a la vez que se la quitaba la limpiaba y quitaba esos asquerosos tropezones de mierda… cuando por fin, ya desnuda, sumergió la cabeza en el agua para limpiarla un poco, una extraña sensación de oscuridad se apodero de ella, el agua perdió la luz que la rodeaba, estaba en un circulo de oscuridad y alguien la sujetaba la cabeza bajo el agua, era incapaz de sacarla para tomar aire, sentía que se ahogaba, cuando estuvo a punto de desmallarse por la asfixia, la visión de su madre lavando su cabello, ayudándola a sacar la cabeza del agua la despertó y pudo tomar aire al fin, se tumbo en la orilla, disfrutando de cada bocanada de aire y secándose al calor de los soles de Jonid…
De vuelta en los túneles, y medio corriendo para acudir a si cita con el jefe, se volvió a perder. Estaba mareada y agotada, así que lo de calentar la CAMA, ya fuera al jefe o a cualquier otro, no la disgustaba demasiado, ella solo visualizaba la CAMA… según se tumbó se durmió, no respondió a las preguntas de sus compañeros al respecto de las mulas, llegar, tumbarse y dormirse y ponerse a soñar fue una misma acción…

Paseaba por su bosque, conocía ese bosque como la palma de su mano, sabia que hoja de que árbol caería primero al suelo cuando llegara el otoño, se dirigía a su árbol preferido para dormir la siesta. Cuando se tumbo en sus ramas para descansar, percibió en sus ramas mas altas una sombra que descendía hacia ella, se movía con agilidad y rapidez, tanta que no la dio tiempo a reaccionar, cuando quiso hacerlo se vio sujeta a la rama que había elegido para descansar, su cuerpo sobre la rama y sus extremidades bajo ella, el peso era tal que sentía que se la desmembraba poco a poco, sentía las articulaciones de los hombros desencajarse, los músculos de los muslos estirarse hasta que, como le sucede a una mala cuerda, se rompen hilo a hilo.

Despertó empapada en sudor y gritando como loca…

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