jueves, 2 de octubre de 2008

El Túnel

Cloaaaaacas.....

Un reguero de agua corría por el centro del túnel, haciendo gorgoritos, de profundidad suficiente como para cubrir el pie en el centro, pero con los márgenes mucho más someros. El color del substrato variaba con todos los tonos de entre verde, gris y marrón que cualquiera podría esperar encontrar en un sitio asi, y más aún...
Y el olor.... ¡ah!, el olor.... qué sinfonía de suculentas “asqueros-heces”...

Mientras avanzaban por un palmo, (y en los desniveles mucho más), de gelatinosa inmundicia, advertían que el túnel se elevaba suavemente, mientras la luz de la entrada se hacía más pequeña, y más pequeña, hasta quedar reducida a un puntito que pronto se desvaneció tras una curvatura del imperfectamente rectilíneo túnel... la luz artificial de que disponían se antojaba ridículamente escasa ahora, y los huecos y las sombras quedaban preñados de inquietantes posibilidades. Bueno, al menos para el humano, ya que los demás veían bastante bien.

El túnel era alto, Lucrecio podía en su mayor parte estar de pie, y era ancho como para estar tres, (o uno y Lucrecio), de frente. Se abovedaba de manera sencilla, con una sección semicircular, y sin adornos.
Las botas llenas de agua y lodo con todo tipo de porquerías se hundían hasta las espinillas, y pronto todos menos Ainara, que buscó refugio en los hombros de Rotunda, se sentían helados y mojados. El paso era muy lento, debido sobre todo al portaantorchas, pero ello tenía la ventaja de poder ir explorando cada recoveco que había.

Exploración general, pero minuciosa.

Estólido opinaba que la manufactura era buena, y el túnel seguro, además de ir en general en dirección norte, y excepto por la humedad, estaba a sus anchas. Para proteger su mejor ánimo, había decidido estudiar el arte de dar un susto disuasor, imbuir de sentimientos amigables a un extraño en su camino, y si las cosas llegaban a extremos insoportables de intimidad física, una buena sacudida energética.
Claramente, Rot y Ainara lo llevaban bastante mal, pues estaban totalmente fuera de su entorno natural... pero asi eran las cosas, y se mantenían todo lo alerta que podían.
Arnoldo callaba, ensimismado por completo y en tensión; la noche anterior estuvo rezando a Nudor para poder tener tres ocasiones de curar las injurias del cuerpo, purificar el agua y la comida,y poder protegerse contra el mal, cosas que Nudor en su misericordia y sabiduría le concedió.
Horacio por su parte, imploró a Luvia que en su justicia le permitiese curar tres veces, protegerse contra el mal, y (si llegaba el caso desgraciado de tener que dar de baja en plantilla a algún componente de la Compañía de forma permanente), de que el cuerpo presente, aunque ya no consciente del susodicho, pudiese trasladarse por sus propios pies hasta el Templo de Todos los Dioses. Luvia, en su divina inmanencia, graciosamente concedió esos dones a su hijo, amonestandole para que fuera ecuánime.

Ainara vigilaba y se sentía tranquila respecto a la cercanía de seres conscientes de tamaño superior a un perro en las cercanías, pero eso sí, ya fuera grande o pequeña, su presencia despertaba la sorpresa, la fascinación y el ansia de todo lo que alli habitaba, y comprendió que, después de todo, el lugar estaba muy limpio: todo lo que alli terminaba, de una forma u otra, era transformado en aquel jarabe pringoso que rodeaba sus, bueno, los pies de los otros.

Lucrecio estaba bien a gusto, cosa que se apresuraba a comunicar a los otros con frecuentes expresiones de angustia y dolor, y se mantenía atento a su ídolo Arnoldo, para que no se hiciera pupa, siendo causa de la cuasi apoplejía de agobio que Arnoldo experimentaba en ese momento. Este último tenía que hacer extremos de autocontrol para no ponerse a gritar y patalear en mitad del túnel, y se regodeaba con espeluznantes y sangrientas visiones de lo que haría con la viscosa masa de semiogro que era el castigo que los Dioses le daban por sus innumerables pecados si pudiera, si no fuera un clérigo bueno, y si, y si, ... arrrgh!

Tras lo que parecía una interminable y monótona transición tunelar, empezaron a advertir cambios en la integridad de las paredes interiores. En tramos, los bloques regulares eran sustituídos por piedras irregulares y sin tallar, y lo que era peor, había huecos en las paredes, pequeños en su mayoría, pero algunos, cada vez más frecuentes, eran del tamaño suficiente como para que pasara un perrito o un niño pequeño arrastrándose... y Rot no tuvo problema alguno en diagnosticar la abundante presencia de huellas pequeñas con cinco deditos y afiladas uñas, en su humilde opinión de exploradora, pertenecientes a la abundante calaña de los roedores, ¡y bien criaditos oiga!.

Y siguieron adelante, en el siempre rectilíneo túnel, haciendo un breve descanso para revisar que todo estuviera en su sitio, echar un traguillo y un bocado.

Y de nuevo para delante, hasta que finalmente tuvieron que hacer un alto, aparte de para descansar de nuevo, para decidir qué hacer, pues un poco más adelante se veía la boca de un túnel lateral que se abría a la izquierda. Era de aspecto similar al cual por el que venían, pero la mitad de grande, y más bien estrecho. Era perpendicular al túnel principal, y sus paredes y techo estaban construidos con piedra pequeña e irregular, lo cual hizo gruñir con desaprobación al enano, además, también se veían huecos muy abundantes, de piedras caídas, desaparecidas, y lo que venían a ser efectívamente un enjambre de minitúneles laterales, repitiendo la disposición del túnel donde estaban. Estaba mojado y húmedo, pero no encharcado, porque el suelo estaba un poco más elevado que el del túnel por el que venían.

De todas formas, lo que llamaba la atención era que tanto uno como otro había sido cuidadosamente limpiado y barrido, los montones de lodo justo en el borde de la corriente central para que esta se lo fuese llevando, pero no en el centro para que el agua no se embalsara. De ahí en adelante, el túnel seguía como hasta ahora, un hueco que se adentraba recto en la oscuridad, y su pasaje lateral, como ya se ha descrito, era lateral.

Arnoldo se rascó la calva pensativo, mientras los demás se rascaban los respectivos genitales, aprovechando el descansito, en espera de su decisión como líder de la Compañía....

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