Lucrecio (Negociación con el camello)
"No me llamo Lucrecio, ni me envía Horacio el Descalabrado, Fangaeria esta a dos
pasos de aquí".
Lucrecio toma entonces una de las grandes monedas que ha recogido de la mesa, la limpia con la lengua y deja ver su aspecto a la luz de la última de las lunas. Oro, oro de las ciudades libres, una hermosa talla hecha a mano con la noble efigie del héroe de las guerras que no se llegaron a librar. Si fueramos orfebres entendidos, sabríamos que las monedas transportadas de manera tan orgánica por el muy estúpido de Lucrecio tienen diez veces su valor. También sabríamos, con echar un vistazo a sus neuronas en inferioridad numérica, que la genial idea del transporte sin la cual no hubiera podido hacer tan largo viaje, no ha podido ocurrirsele a él.
"Horacio ha querido venir en persona, por eso no he venido yo".Lo dice volviendo a sollozar, como cuando lo conocimos esperando a Abdel.
"No lo hecho nada de menos. Estoy seguro de que no quiere hablar contigo, asíCamina bien derecho hasta las afueras del oasis, frisando con los roquedales llenos de bichos y sabandijas. Bastante oculto se puede ver un campamento, una fogata y unas tiendas, tres personas se calientan al fuego.
que no debes seguirme."
El primero es como Lucrecio, pero más pequeño, con una fealdad pareja y un abollamiento horrible en mitad de la cabeza, tambien tiene una mata bien peinada de pelo naranja. Sin embargo va vestido como los clérigos de Luvia el ciego y la expresión de su rostro parece equilibrada y nada bobalicona.
El segundo parece clérigo también, aunque se puede ver menos de su persona, parece que duerme a pesar del constante cuchicheo del hada duende que habla con el primero de nuestros personajes.
Lucrecio mira atras para ver si le ha seguido Abdel...
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