viernes, 8 de mayo de 2009

Introductio

Los Soles del Mondo giran inconmovibles...

su curso está predeterminado por todos los Dioxes, que a veces se tirarían de los pelos... y quién sabe lo que pasaría entonces. Pero el gran acuerdo de no intervenir directamente proporciona un mínimo de dignidad material y física al orbe...
Los mandamases se ven reducidos a servirse de sus diversos lacayos y marionetas, para hacerse la puñeta entre ellos y seguir con sus eternas rencillas y cotilleos, y asi el mondo va cambiando de manos divinas en divinas manos.

Un manto de blancura cubre las montañas eternas de Takitia, durante la estación del Orden. Como es del dominio público, y anodina mención, los soles gemelos aparecen cada vez más juntos, hasta que en mitad de la estación suman su luz y aparecen como uno. En esta fase del ciclo es cuando hay día y noche, y se pueden ver las estrellas, porque no aparecen las sempiternas nieblas de la estación del caos, cálida y sin noches. Por supuesto que hay muchas nubes; vienen en grandes batallones que descargan su manto de nieve, y luego pasan, pero al menos se ve el sol y el cielo.
Parece que nada hubiera ocurrido, y todo siguiera su curso inalterado de días, noches y ciclos naturales... en esta época de quedarse en casa, vivir de las reservas y de los cuentos.
Los mayores aprovechan para hacer reparaciones de instrumentos y fabricar los nuevos para la temporada del deshielo que anunciará la entrada en la estación del Mal, en la que progresivamente crece el caos, y habrá que reanudar los viajes de pastoreo y caza... salir de las fortalezas y subir a las montañas.
Los viejos cuidan a los niños y les cuentan las historias de héroes y malvados, de la gran Takitia de antaño, cuando no eran aún unos sitiados en estas cordilleras que hoy les protegen de los mares de enemigos cercanos... demasiado cercanos.
Grel al oeste, orcos al norte, los ejércitos odiados del invasor Goremunyano al sur.... ciertamente, no hay de qué reirse en estas circunstancias.
Sólo del este llegan manos neutrales o amigas: los enanos, vecinos indiferentes excepto para mercar, ya sea en bienes o en relaciones. Los gnomos, más lejos y poco más o menos lo mismo, no se mezclan mucho con los humanos... y más lejos aún, Fangaeria, por fin tiende su mano con una sonrisa de bienvenida.

Todos dicen que los Takitios son unos bordes, brutos insensibles, pero tú también serías asi... si vivieras alli. En Takitia hay silencio... el silencio del Vigilante.

La Fortaleza

Desde el norte, desde el distrito de El Río, sube la Gran Carretera atravesando valles, cada vez más alto, hasta El Paso. La fortaleza protege un valle elevado cuya cabecera está invadida por un enorme glaciar. Ya no es posible avanzar más alto y más al sur, por lo que el camino avanza hacia adentro, y atraviesa la piedra hasta que de nuevo recibe la luz en el otro lado, ya en el distrito de Vallessur. Una fortaleza gemela guarda la entrada desde la calidez sureña, y el camino inicia el descenso, hacia las regiones centrales de un inmenso y ramificado valle en cuyo centro y parte más baja está la capital del Reino. En ese punto, donde se juntan las aguas de los distritos de Vallessur y Gran Valle, está la salida natural, en forma de una tremenda catarata de agua que salva el desnivel del terreno. Allá lejos y abajo están los llanos que una vez fueron del imperio, y ahora están invadidos por las legiones Goremunyanas. Las montañas son como una enorme muralla de dimensiones divinas, con un pequeño balcón en lo alto por donde se desagua. Allí se asoman los Sabios del Gran Consejo del Reino, rumiando nostálgicas venganzas.

Las cosas están, pues, como siempre en apariencia. Pero no es asi, no es asi.
Davieso reflexiona en los últimos tiempos, antes de la entrada del Orden, con sus fríos y claros. Jonid estuvo a punto de ser conquistada, por un mal corruptor, desde dentro. Ahora la banda de Taner y la Araña estaban escondidos en algún lugar de las montañas hacia el Paso. El camino está ahora cerrado por la nieve y el frío, y los valles son el dominio de gigantes, pero el frío pasará... , y el gran deshielo pasará... , y volverá a verse la hierba... , y entonces algo ocurrirá... , algo... , que no se puede permitir sin vigilancia.

“Ya se verá, pero hasta entonces..., a ver si soy capaz de hacer este tugurio que llaman posada algo minimamente decente... ¡voy a enseñarle a ese pelanas de barman un par de cositas!”.

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