martes, 2 de septiembre de 2008

JONID (II)

Las murallas eran gruesas y arenosas, salpicadas con mogotes mayores de torres, de formas ligeramente curvas.
La Gran Carretera llegó al nivel del agua y, rectilínea, atravesó el inseguro tremedal hasta la elevación a modo de colina que era el asentamiento de la ciudad. Era como una isla rodeada por casi todos lados de canales y cañaverales, excepto por el este, el más escarpado, que daba a la unión misma de los dos ríos. Un puente de piedra impresionante, con enormes pilares, unía la orilla sur con la ciudad, al otro extremo de donde ahora se encontraban, y desde de alli, la Gran Carretera seguía su curso hacia el interior del Reino de Takitia, también llamado Akatania por los extranjeros.
Delante de las puertas de la ciudad la actividad era incesante. Aquí, un grupo de trabajadores vestidos con túnicas azules, descargaban carros de arena para mantener la explanada artificial donde esperaban muchas caravanas el permiso de entrada a la ciudad. Alli, un grupo de cinco caballeros armados hasta los dientes, con sus pajes, asistentes y mulas de suministros, colándose por sus fueros para poder entrar. Grupillos de viajeros hablando alrededor de hogueras de campamento improvisados, junto a cercados de ganado y cestos de enseres y frutas, acompañando sus parlamentos con enormes tortas de grano y odres de cuajada que se iban pasando entre ellos por turno. Pandillas de hobbits farrucos, andrajosos y chulos, dándoselas de matasietes, pululando alrededor de la puerta...
Un revolvillo de actividad vital y multicolor, gritos y polvo en el aire, y las miradas cansadas, resignadas por la inevitable espera.
Arnoldo quiso recorrer toda la explanada, parándose donde creía ver algún signo de enfermedad o decadencia, improvisando apasionados discursos y arengas que ponían en evidencia a los descuidados, y aconsejaba enfáticamente a los enfermos, en los mismos términos, ya fueran personas o ganado.
Ainara de pronto ya no estaba, y Estólido y Rotunda se encargaron de montar una tienda, ayudados por los calmados y moderados consejos de Abdel. Tras una discusión, se acordó esta como la mejor solución, tras negarse tranquilamente pero con firmeza Abdel y Rotunda a pasar una noche entre paredes, y rodeados de tanta muchedumbre.( ¡Y murallas, además! ).
Estólido se lanzó a un recorrido por las tabernas para escuchar los rumores, Ainara seguía sin aparecer, Arnoldo montó un tenderete de curación rápidamente, que en seguida se llenó de peticionarios. Horacio hizo otro tanto, para su Dios, Luvia el Ciego, pero no tenía tanto éxito. Aún asi, siempre había gente en busca de consejo legal...
Arnoldo había sido claro, hicieran lo que quisieran, que estuvieran atentos a posibles informaciones sobre el hombre misterioso...

5 comentarios:

Petrus dijo...

Hola, probando el comentario

Petrus dijo...

Hola probando el segundo comnentario

Petrus dijo...

Pues sí, salen como lista. Las acciones que tengáis, mandádmelas como comentariois, y las contestaré igualmente.
Por comodidad y rapidez, Inma, en su rol de Arnoldo, líder del grupo, lleva la voz cantante, y los demás que intervengan cuando quieran que sus personajes hagan algo diferente del grupo. Es decir, el grupo, como un personaje, lo lleva el líder, en este caso Inmus.

Diegus dijo...

Lucrecio se pone justo detras de Arnoldo, con aire ensimismado aprovecha el tiempo para ir haciendo el mantenimiento de todas sus armas, hecha un ojo a las mulas y al equipo que los demás hayan dejado cerca.

Diegus dijo...

Horacio habla de Luvia, ya a voz en grito, declamando, ya en privado si es que alguien muestra especial interés.

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