viernes, 15 de agosto de 2008

¡Menudo lío!

Jaleo por todos los sitios. Incluso el Plutarca Banuestonio ha tomado cartas en el asunto...
Davieso está conferenciando con gesto preocupado con Porrebrumo, lanza dos o tres veces una mirada rápida y pensativa sobre el grupito que tiene delante:

Lucrecio “El Larva”, que con torva mirada espera una respuesta a su pregunta, o una indicación de sus líderes que libere su mano y corpachón. Su mano, por cierto, caracolea nerviosa alrededor de la empuñadura de su enorme espada. El sabe: algo que no era humano, alguna bestia, ha dejado su olor en esa habitación, y ese olor le eriza el vello sin poder evitarlo.

Su hermano, Horacio El Descalabrado, sacerdote del Dios Ciego, parece ensimismado, y murmura entre dientes:

“O Luvia que estás en los cielos...”


Rotunda Tundra, cabizbaja y atormentada, parece muy deprimida y sus ropas de cuero, testigos de más de un viaje por lo salvaje pesan... y mientras los pensamientos obsesivos de siempre la acosan, su aspecto salvaje se acentúa (parece un animalillo perdido...) Su mirada extraviada...

Estólido Avieso es un antiguo compañero de viaje de Lucrecio y Ainara, que acaba de llegar de Fangaeria remontando el Grulla Infinita. Es un enano comerciante, más bien conocido por sus célebres banquetes y orgías y que, ¡o sorpresa! Ha adquirido las vestiduras y las marcas de un mago de batalla... y se declara dispuesto a lo que sea por experiencia o tesoro...

Arnoldo Paje... el carismático líder que casi nunca está en contacto con la tierra, pero inexplicablemente arrastra a las masas... ¡todo por Nudor!... pero desnudor...
Aparece con un ojo morado y varios moratones, mataduras por todo su rosado corpachón, y está cubierto únicamente por una manta de viaje, su mirada entre sorprendida e incrédula, contando la jugada a la Hada-Duende:
“---... en esta posada tienen poderes, te lo digo yo... Ainara, ¿acaso no lo has notado? Yo, aún haciendo uso del don que el bendito Nudor me otorgó, de hacerme completamente invisible, ¡he sido descubierto mientras intentaba investigar por las habitaciones! Nada ofensivo, por supuesto, ¡soy un sacerdote!....
¡ay!,... deja que me siente, que la señora esa me ha dejado la espalda molida con la bacinilla...”

Pero Ainara, la hada-duende, apodada en ciertos círculos bastante selectivos
“La Gelatinosa”, no se caracterizaba precisamente por su tacto, y con aspecto inocente iba comentando...
“--- ¡Pero si estabas completamente desnudo!, ¿¡cómo no se iba a escandalizar la buena señora!? Vaya la que has armado... siempre igual, ¡sátiro!, que a la mínima te sacas la túnica...
y nos acaban echando o apalizando. Menos mal que esta vez te ha tocado sólo a ti...
Y además estás colgado...”


Abdel Razzag es ante todo un profesional, y su instinto le dice que las cosas se complican...pero ante todo su nombre debe permanecer intocado. Sabe que, puesto que la mercancía no llegó a entregarse, aún es su responsabilidad: a sido a él a quien han robado la valiosa mercancía, y puesto que el pago está hecho, queda su parte por cumplir.... suspira.
Aunque le cueste la vida, la entrega será hecha. De lo contrario su honor sufriría, se correría la voz y perdería clientes importantes; justo los que necesita conservar fieles cual dulce dromedaura... .
Por lo tanto, con independencia de lo que hagan los demás, ya ha decidido que iniciará la persecución del presunto ladrón...
sólo espera un poco más por si surge información nueva, pero casi está seguro de que el extraño viajero narrador que una semana atrás protagonizó un incidente en La Posada es su hombre...
“Zer Atticuz, El Anciano Aventurero, moooooh, peleó con él, y dezpuéz el extraño dezapareció, brrrt, junto con zu carromato... veamoz: dio a entender que le mató, pero no lo, mmmmaaah, afirmó nunca... y hubo varioz clientez que dezaparecieron zin dejar raztro, cazi todoz, zegún El Gnomo, zin pagar y abandonando equipaje y, mmmmaaamh, montura...
Pero yo creo que el Extraño Misteriozo, la Pelea Nocturna, y las Dezaparicionez Mizteriozaz eztán relacionadaz... y zi no fuera porque conozco a Zer Atticuz, ammmmeeeh, de muchoz añoz, yendo y viniendo por eztaz eztepaz y deziertoz de la frontera, y parando por la Pozada, donde ziempre eztá,... le ammmmah, conzideraría el principal zozpechozo.
Azí, parece que el Extraño está vivo y ze ha ido con algo que no le pertenece... pero ez, mmeeeEEh, toda una hazaña haber robado algo tan protegido. Obviamente, Daviezo ez un practicante del Arte, como yo... y ezo zignifica, ammmh, que el ladrón ez muy poderozo, o tuvo ayuda. Debe zer lo segundo, o Atticuz hubiera acabado algo máz zacudido... en fin, veremoz”

Con todos sentados, habla Davieso:

“... y las condiciones que os ofrezco son las habituales: 50% para mí como promotor de la compañía, y suministrador del equipo necesario, (¡no os paséis!), y 50% para vosotros como sueldo y beneficios. Todo será contabilizado en piezas de oro, y cualquier objeto es propiedad de la parte promotora: será vendido para obtener su valor y entrar en el reparto. Si hubiera algún objeto considerado particularmente útil para los objetivos del grupo, se puede hacer una petición firmada y por escrito, y será tenido en uso temporal, como propiedad del promotor, y descontando su valor en piezas de oro de la parte interesada...”

Al día siguiente, los soldados traen recado del Plutarca, dando su bendición a la empresa: la Nueva Compañía Aventurera (es, junto con Davieso El Gnomo, parte propietaria), y comunicando que en la cercana ciudad de Jonid, hacia el sur, tomando La Gran Carretera hacia Takitia, ha habido un extraño altercado... una conocida posada ha ardido hasta los cimientos tras una noche de agitados sucesos... y se busca a un parroquiano que ha huido en un carromato...

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