martes, 5 de agosto de 2008

Habitantes del oasis V

A la luz del primer sol se ve nacer al Oasis como un bosque de tiendas. De cada punta de una tienda cuelga una bandera de códigos de color, en ella se acumulan mensajes sencillos que dicen al viajero cosas como la raza de los que la habitan, profesión, estado de las cosas (como el luto, un casamiento o nacimiento), dioses que prefieren... De éste modo tenemos una imágen sugestiva del amanecer sobre un campo de extrañas plantas florecidas. Los tonos de las flores se organizan, en algunos casos, por áreas, como en aquellos que se refieren a las razas ya que en éste mundo la segregación es ley. También podemos ver pautas en lo que se refiere a las profesiones, pues hay un mercado, un gremio de curtidores (muy importante y poderoso), aguadores, ganaderos (esencial, el más grande) cazadores, con las tiendas de los tres plutarcas en el centro y así hasta perfilar la economía del lugar. Hay indicaciones más sutiles del bosque de las flores: las tiendas se asientan siempre al lado de una familia amiga, así que podemos deducir lo bién que se llevan unos con otros por lo cerca que estén sus tiendas dentro del mismo barrio, o incluso en zónas limítrofes de dos barrios distintos.
El viento hace ondear y flamear las banderas en torno a la plaza de piedra y a la enorme mole de la posada del desierto.

Es de mañana dijimos, lo denuncia el aroma de las muchas tortas de harina de roca que se cocinan, el olor de la eterna leche amarga, ámbas piedras angulares de la dieta del lugar.
El sonido es el de los muchos rebaños en trance de partir al desierto, o ser llevados a pública exibición al mercado de ganado, o el de las carabanas que parten lejos, o el de los primeros murmullos de la horda semiorca que comienza un nuevo día, para traer el luto a alguna pobre familia de esclavos vulnerables a sus pillerías.
Pero lo más vivo del lugar son las bandadas de niños, crias, retoños de todas las especies, razas y colores. Bullen y rebullen por las calles, organizados en bandas, haciendo recados infinitos, ayudando a las tareas y distrayendo todo lo que pueden al día de mañana. Machos y hembras, todas las especies, alegremente entremezclados jugando entre las tiendas a las guerras y las cosas de mayores.
Acabamos en un remanso de paz entre la vida, aqui, en el Templo de Todos los Dioses, el bullicio se mezcla todo en uno, dándonos la impresión de estar en el centro del universo, cerca de un inmenso ser viviente.

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